Una noticia bomba



Y llegó lo que era previsible: el desescalamiento del conflicto con la mayor guerrilla de Colombia. La decisión tomada por el presidente y comunicada hace unos días demuestra que, definitivamente, el conflicto armado sigue siendo el tema de mayor sensibilidad en la agenda política y plantea una serie de reflexiones. En primer lugar, servirá para demostrar que el poder de las Farc está en su capacidad de impactar mediáticamente y no en su capacidad militar, que diría es irrecuperable en el corto plazo. En segundo lugar, es una jugada que supone, por un lado, la mayor demostración de confianza del Gobierno hacia su contraparte y que implica, al otro lado, que en la decisión que tomen los rebeldes está la continuidad y éxito o fracaso y suspensión del proceso de La Habana. En los procesos de negociación es fundamental generar confianza pero, por supuesto, es necesario crear amenazas creíbles de castigo por si una de las partes deciden actuar de forma oportunista y es claro que en La Habana estas dos condiciones no estarán ausentes.

Naturalmente hay riesgo e incertidumbre, no es posible para ninguna de las partes tener la certeza absoluta que no habrá una conducta oportunista -estrategia dominante-; sin embargo, dada la necesidad de agilizar los resultados del proceso de negociación con las Farc, era necesario tomar decisiones osadas, que naturalmente de salir bien van a arrojar beneficios muy elevados y si son adversos, las pérdidas igual lo serán. Sin embargo hay que matizar: la naturaleza del conflicto armado en Colombia ha cambiado y, luego de una década en que la balanza de la confrontación se inclinó a favor del Estado producto de una transformación en la estrategia militar de las Fuerzas Armadas, es posible que cesar los bombardeos aéreos a los campamentos guerrilleros tenga más impacto en lo político que en el terreno militar. Hoy las Farc no operan en estructuras de grandes columnas guerrilleras ni representan un peligro militar inminente, de hecho, comparativamente hablando hoy ponen más muertos y comerciantes extorsionados las bandas criminales y la delincuencia organizada que esta agrupación. De modo que lo que los Súper Tucano o la flota de la Fuerza Aérea pueden hacer hoy día es más actuar como elemento disuasivo que como una herramienta real y desestabilizadora, como lo fue hasta hace unos pocos años.

Es conveniente entender la dinámica de La Habana: en la etapa actual, cuando los temas más álgidos asociados a justicia, reparación y verdad emergen en la mesa, es posible que todo lo ganado en los últimos dos años y medio se consolide y se llegue a un anhelado punto de no retorno, o puede que todo se eche al traste y se arruine la oportunidad de ponerle fin al conflicto. En este punto, tanto el Gobierno como las Farc deben convencer a la contraparte que, aunque existen diferencias difícilmente reconciliables, los gestos de confianza contribuyen a que exista un entendimiento al menos en lo fundamental: levantar la mesa hasta el momento en que se haya abordado toda la agenda. Bajo una primera mirada, suspender temporalmente los bombardeos pareciera ser una locura y una renuncia por parte del presidente y su gobierno. Pero al darle una segunda mirada, emerge una condición valiosísima en este tipo de negociaciones: ¿cómo disuadir a mi contraparte de no actuar de forma oportunista?, en otros términos, ¿cómo puede mantener el gobierno alineadas a las Farc en torno al objetivo de desescalar el conflicto y llegar a un acuerdo final?, pareciera entonces que el fuego aéreo podría ser un muy apropiado elemento disuasivo, que no solo podría obligar a la subversión a mantenerse en la mesa sino que les haría desistir de recomponer su aparato militar. De alguna manera esa suspensión puede ser ahora una carta bajo la mano del Estado colombiano: si las Farc se desvían, el Gobierno castiga. Y la guerrilla le teme bastante a la aviación.

Ahora bien, ¿qué tan importante es la decisión en los entornos políticos y económicos?, la noticia ha tenido sus primeros grandes efectos: la suspensión de los bombardeos -así estos, por la naturaleza nueva del conflicto, estuviesen ya reducidos- constituye un mensaje muy importante para la comunidad internacional que podría percibir como una realidad los acercamientos entre el gobierno y la guerrilla. Para efectos prácticos, ese gesto permite que inversionistas y gobiernos extranjeros orienten sus expectativas hacia una firma del acuerdo de paz en los meses que vienen y, si así se quiere ver, los primeros dividendos de este logro histórico vendrán de los flujos de capitales extranjeros que podrían empezar a llegar en búsqueda de rentabilidades. El conflicto armado emerge como un obstáculo para un mayor dinamismo de la economía colombiana en la medida en que constituye una fuente de incertidumbre grande para los agentes económicos. El desescalamiento del conflicto no disipará esa falta de certeza, pero sin duda aporta una condición notable para el contexto colombiano y es no solo consolidar la confianza entre las partes en la mesa sino fuera de ella. Y en un momento de tanta polarización y de tal relevancia en la negociación, suspender los bombardeos aéreos es una noticia bomba para la opinión pública, pero debe permitir que el optimismo se consolide en torno a La Habana. Y en estos tiempos un poco de ilusión no cae mal.


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