Cuántos y cuán pobres
Saber cuántos pobres hay en una sociedad y qué tan pobres son es un asunto prioritario para la toma de decisiones de política pública. La pobreza construye círculos viciosos y mecanismos de reforzamiento de la miseria que postran a los países y regiones que la padecen: al limitar el potencial de los inviduos más pobres, la capacidad latente de crecimiento de la economía se reduce y limita y, por esta vía, la pobreza se extiende en el tiempo. Entre 2002 y 2014 la pobreza se redujo del 45% a poco menos del 30% y se ha consolidado como una tendencia que se ha construido a través de un aumento de las transferencias monetarias directas y políticas focalizadas en la población más pobre y en un aumento de los ingresos laborales de las familias, que supone entonces alguna relación entre el comportamiento de la pobreza y el mercado laboral. Sin embargo, la discusión no se hizo esperar: ¿qué tan real es la reducción de la pobreza en los términos enunciados por el Gobierno?
La verdad es que no hay una medición que refleje con exactitud la magnitud y condiciones propias de la pobreza. El Gobierno presentó un informe donde la pobreza por ingreso se redujo notablemente: es decir, se tomó como única variable el ingreso per cápita y se mantuvo constante el resto de variables -no se tuvieron en cuenta, si se quiere entender así-, lo que induce a analizar y concluir en función de la cantidad de dinero que se encuentra que recibe una unidad de gasto. En este orden de ideas, el ingreso se asocia con la capacidad de un individuo de acceder a una cesta de bienes básica que se considera necesaria para superar la condición de pobreza. A esto se puede llegar por una transferencia monetaria que recibe la familia del Gobierno o por la capacidad de la cabeza de hogar o de uno de los miembros de la familia de utilizar sus talentos y capacidades en el mercado laboral.
El Gobierno ha fijado como línea de pobreza, producto de una serie de recomendaciones de entidades multilaterales, un ingreso de $211.807 por persona. Quizás en los temas de medición de la pobreza no se encuentre fácilmente un indicador que permita identificar a pobres de no pobres de forma técnica. ¿Quién dice que con 211.807 pesos mensuales se puede tener lo necesario para dejar de ser pobre? ¿qué es lo necesario para dejar de ser pobre? ¿o sea que si recibo en el mes 212.000 pesos dejo de ser pobre?, son preguntas válidas que expresan con suficiente elocuencia por qué la medición de la pobreza se ha convertido en un tema tan intrincado como la lucha contra este flagelo social. Sin embargo también arroja una conclusión interesante: la pobreza monetaria apenas evalúa una dimensión de este fenómeno y, finalmente, dicha limitación impide hacer un mapa más detallado de la incidencia de la pobreza y sus características. Uno de los aspectos que indudablemente llama la atención es el uso que de esta información hace el gobierno: es presumiblemente lógico que ajuste sus políticas y programas contra la pobreza en función de las variaciones registradas por la medición anual. En otros términos: con esta información se sabrá cuál es la población sobre la cual se focalizarán los recursos destinados a tales programas. Esto puede acarrear otras dificultades en el mediano plazo.
Medir la pobreza por ingreso sin duda arroja indicadores más sencillos para entender la evolución de la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, cuando se considera este indicador y este ejerce como fundamento de la política pública para la superación de la pobreza cabría cuestionarse si esas familias que salieron de una situación de pobreza por ingreso hoy se consideran fuera de una zona de riesgo o si han sido promovidas hacia una condición de vulnerabilidad alta. No pongo en duda que sea un éxito que haya menos pobres en Colombia y reconozco los esfuerzos del Gobierno en lograr una reducción mayor, pero es claro que cualquier choque interno o externo sobre la economía podría devolver con relativa facilidad a muchas familias a su anterior situación de pobreza. En últimas este indicador podría ser muy generoso ante mejoras reales en el ingreso de las familias pero también puede ser muy severo en una adversidad de un retroceso de la economía colombiana.
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