No es una crisis, pero es una alarma
Cali no está en una crisis económica. Aunque el error realmente es pensar que hay que esperar a una crisis para tomar decisiones y actuar. La economía regional se espera que crezca un punto porcentual por encima de la media nacional (el pronóstico para el PIB de Colombia se sitúa entre 3,2% y 3,6% para 2015), la tasa de desempleo ha tenido un descenso importante y la inversión extranjera no ha dejado de llegar a la región. No hay una tendencia a la destrucción de empleos y tampoco hay una huída de empresas, como algunos tremendistas han querido señalar. Pero sin duda, el choque del cierre de la planta de Chiclets Adams, que se suma a la salida de la francesa Michelin y la alemana Bayer ponen de manifiesto una realidad compleja y que nos debe mover a una reflexión interna sobre cómo esperamos construir el desarrollo de nuestra región.
En esencia, lo que ocurre en Cali es un proceso de especialización en el sector terciario: en los servicios y en el comercio. Excepcionalmente, la construcción arrastra al sector secundario. Al hacer una revisión ligera de los flujos de inversión que vienen desde el exterior a la región, se encuentra que mayoritariamente corresponden a negocios enfocados en entretenimiento, servicios hoteleros, viajes y turismo, comercio minorista y restaurantes. Esto es bueno, genera empleos y, principalmente, estos empleos no requieren de una gran cualificación para ser desempeñados, aunque desde luego reciben salarios más bajos. Además, este tipo de inversión tiene un grado de dependencia menor de las condiciones como infraestructura y logística, como lo requeriría la industria. Esta especialización ha sido un proceso impulsado en los últimos años como una respuesta a la incapacidad del entorno de garantizar la competitividad de la industria, principalmente por los altos costos y la baja productividad de los trabajadores, sumada a las barreras tecnológicas. La partida de un grupo de grandes multinacionales obedece a ese cambio en las condiciones, sumadas a las precarias condiciones de la infraestructura vial y portuaria.
Cali, si bien ha avanzado en crear una estrategia de atracción de inversiones y de promoción de la competitividad como una ciudad con una oferta diversa de servicios, no ha logrado construir una estrategia similar para la industria. Y este error tarde o temprano pasará la cuenta de cobro, como al parecer está ocurriendo. Lo que dejamos de ganar se mide en que el impulso de la industria genera efectos hacia adelante (distribución, comercialización) y hacia atrás (proveedores): nos privamos de estos efectos positivos de las manufacturas. Una industria con un buen desempeño genera beneficios directos e indirectos, dinamiza el empleo y si esta genera nuevos productos, con un mayor grado de sofisticación, sin duda permitirá acelerar el proceso de desarrollo local. No deja de ser perturbador que contando con una ubicación estratégica, cercana al puerto en el Pacífico y al interior del país y en presencia de un cluster de universidades de alta calidad, el Valle del Cauca no asuma un compromiso real por la industria, que tiene en las Pyme de la región una fuente de materias primas e insumos que podría cambiar sustancialmente el panorama en materia de empleo.
Ahora bien, ¿qué tan conveniente es especializarse en servicios?, puede ser muy conveniente si estos servicios se hacen más especializados y demandan mayor valor agregado. No es lo mismo ser una ciudad comercializadora de películas en salas de cine que ser la sede donde se producen las películas. No obstante, que los servicios desplacen a la industria tampoco es una buena jugada. Cali no puede permitirse prescindir de la actividad industrial y no generar estrategias de política que incentiven la actividad manufacturera. Por el contrario, sobre la mesa debe quedar una discusión seria sobre cómo procurar un nivel mayor de competitividad para el sector manufacturero, que supone aliviar el rezago tecnológico, reducir los costos de operar en la región y aumentar la productividad de los trabajadores, que va de la mano con una mayor cualificación y apropiación de conocimiento productivo (saber hacer más cosas). Mientras esto no ocurra, las noticias de salida de empresas industriales de la región seguirán llegando. Y eso que no estamos en crisis.
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