Saber más para producir más
Andrés Felipe Galindo Farfán*
Uno de los aportes más interesantes de la disciplina económica -y menos estudiados en las aulas- es el de la complejidad económica. Fundamentalmente es una concepción del desarrollo económico que propone que las economías tienen un mayor o menor grado de complejidad -producción de bienes sofisticados, con valor agregado o de compleja fabricación- en la medida en que desarrollan conocimientos y habilidades específicas. De modo que el desarrollo económico -que se traduce en mayores ingresos para los habitantes de un país o región- se basa en el conocimiento productivo de un país. Piense por un momento en Londres y Bogotá: tienen una población similar, no obstante el ingreso promedio de un londinense es cuatro veces superior al de un bogotano. Basta ver los sectores en que la economía de la capital británica es fuerte para entenderlo: servicios financieros y profesionales, producción de procesadores y microprocesadores y el sector creativo -que fundamentalmente se basa en la innovación-; para lograrlo, Londres ha tenido que acumular conocimientos productivos y habilidades muy especializadas, lo que supone que las bienes y servicios se hacen con más gente con títulos profesionales y formación científica, es decir, se hacen cosas más sofisticadas y que pocos hacen. En el caso de Bogotá, un trabajador promedio bogotano realiza labores de menor complejidad, que muchas ciudades saben hacer. El tema es sencillo: a mayor complejidad, mayor productividad y así hay mayores ingresos. Londres produce, por ejemplo, los sistemas operativos y los procesadores que utilizan los aviones de combate Eurofighter, cada uno valorado en casi 100 millones de dólares. Bogotá produce carrocerías de buses de transporte público y ensambla automóviles cuyas piezas son desarrolladas en ciudades que tienen el conocimiento para hacerlo. No es difícil intuir las bondades que tiene aportar en la cadena de valor de un avión de última generación, con respecto a aportar en la cadena de valor de un automóvil que vale 30 mil dólares.
Hecha esta introducción, ¿cómo está Cali?, aunque hubiera sido injusto comparar a Londres con Cali, realmente el asunto es el mismo. Cali produce pocas cosas y en su mayoría son cosas que muchas otras ciudades saben hacer. Para hacer una aproximación apropiada a esta realidad, podría considerarse el indicador de constitución de sociedades según sector económico en 2013: el 40,9% en el sector servicios (salud, transporte, educación, viajes y turismo, telecomunicaciones, talleres, restaurantes, entre otros), 23,7% en comercio, 14% en construcción y 11,3% en industria. Se espera que una ciudad sea un centro de servicios, pero qué servicios vende es lo que hace la diferencia: innovar en el servicio es algo que requiere tanta o más creatividad que la industria y en eso existe un rezago evidente en Cali y el Valle del Cauca.
En lo que respecta a industria, y considerando que Cali tiene una actividad industrial interesante a sus alrededores, el panorama no parece sugerir que se produzcan bienes que demanden habilidades muy específicas y de alta complejidad. Y aquí me detendré nuevamente: la producción de una máquina o de un cierta tecnología podría exigir a un físico, un matemático, ingenieros de diferentes especialidades, diseñadores, especialistas, mientras que la producción de un alimento procesado puede requerir un equipo humano con habilidades menos especializadas. Veremos entonces que la composición de la industria local está sustentada en la transformación de materias primas y alimentos: otros productos químicos (13,1%), refinación de petróleo (11,6%), otros productos alimenticios (9,8%), refinerías de azúcar y trapiches (9,3%) y le siguen molinería, papel, cartón y bebidas. Dentro del imaginario general, si un país tiene riquezas en árboles y quiere desarrollarse, deberá dejar de vender madera y mejor producir y vender muebles. En realidad, Londres no se hizo más rica transformando sus recursos naturales sino especializándose en la producción de bienes y servicios que pocos hacen en el mundo.
La transformación productiva no se va a realizar por decreto, ni por ley, ni mucho menos. Realmente provendrá de una adecuada estrategia de diversificación donde la estrecha relación Estado- Empresa- Universidades debe materializarse en acuerdos fundamentales. Esto requiere fortalecer institucionalmente al territorio, lo que implica robustecer la capacidad del Gobierno y de las corporaciones estatales -en el caso de Cali, el Concejo-, principalmente para animar a los actores locales, hacer un diagnóstico acertado de las cadenas de valor local y fortalecer en torno al objetivo de diversificarse productivamente una red de empresas y la cooperación público-privada. Allí las universidades y los gremios tienen un papel por desempeñar que sin duda afianzará más los objetivos. Hay que concebir esta estrategia como la construcción de un mecanismo entre los diferentes actores locales.
Finalmente, ¿cuáles son las acciones que deben seguirse?, lo primero es entender que esta estrategia es de largo plazo y cada acción que se emprenda debe tener un tiempo prudente para madurar y ajustarse. Dentro de estas acciones tenemos a la modernización de la gestión pública, la capacitación para los gestores públicos y privados de la estrategia de diversificación -existe déficit de especialistas en temas de desarrollo económico local-, consolidar los esfuerzos gubernamentales para crear servicios de empleo que concentren la oferta laboral y la orienten hacia los objetivos trazados, reducir las barreras al crédito -especialmente a las PYMES-, constituir servicios de desarrollo empresarial y de acompañamiento al emprendedor, que permitirán que Cali sea una ciudad que proporcione a la vuelta de unos años unos entornos generosos para el emprendimiento, para la innovación y el desarrollo, lo cual no solo repercutirá en los resultados de las empresas locales, sino que será una política certera para aumentar la productividad de la región, traducido en mejores salarios, mayor competitividad y mejores condiciones para el mercado laboral. Es imperativo liderar esta discusión en los diferentes foros de ciudad y debe ser tomado seriamente, más cuando 8 de cada 10 empleos se producen en el segmento de las pequeñas y medianas empresas, donde la mortalidad de empresas nuevas es alta y la tasa de desempleo parece tener serias dificultades para reducirse. Cali debe saber más para producir más y para que sus ciudadanos ganen mejor.
*Precandidato al Concejo de Santiago de Cali, cuenta con estudios de Economía en la Pontificia Universidad Javeriana Cali.
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