Juventud y responsabilidad





Por: Andrés Felipe Galindo Farfán*

Quizás el nombre de Traudl Junge no le dirá mucho. Pero si le digo que era el nombre de la última secretaria de Adolf Hitler, que transcribió su testamento político y una de las personas que mejor conoció al dictador alemán en su ocaso, tal vez el panorama le cambie. Cuando en 1944 fue contratada para trabajar en la oficina del Führer, Traudl tenía 22 años, era una joven maravillada con el discurso nazi nacionalista y creía que el destino de Alemania estaba escrito para estar por encima de todo (Deutschland, Deutschland über alles**, decía por entonces el himno alemán). Contó con la suerte de poder salir del bunker de la Cancillería y sobrevivir a la feroz ofensiva soviética a finales de abril de 1945, cuando cayó Berlín. Sin embargo, como relató casi sesenta años después, ella jamás sintió ni la más ligera carga de responsabilidad sobre lo ocurrido en la guerra: para ella, el hecho de no conocer lo que ocurría en los campos de exterminio y las arbitrariedades del nazismo la eximían de todo sentimiento de culpa. Hasta cuando pasó frente a la placa de la activista de izquierda Sophie Scholl, ejecutada por el régimen nazi. Traudl manifiesta que fue inevitable ver que la placa revelaba que habían nacido el mismo año, pero que Scholl murió por sus ideas en las manos del gobierno al que ella, en tanto que secretaria del mismo Hitler, pertenecía. Ahí comprendería que lo ocurrido en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial fue también su responsabilidad. Solo que lo haría muy tarde.

Jaume Perich decía que la gente joven está convencida que posee la verdad. Desgraciadamente cuando logran imponerla ya ni son jóvenes, ni es verdad. Quizás Traudl Junge no hubiera podido cambiar mucho de la realidad de su país, pero su silencio resultó convenciéndola que, de igual modo, lo que ocurría en Alemania en aquella época no le incumbía y que no valía la pena intentarlo. A menudo los jóvenes resultan pensando que su capacidad de incidir en el contexto que les rodea es un esfuerzo inútil o apenas perceptible, por lo cual no vale la pena, pero siempre existe un segmento -cada vez más grande- que considera que sus acciones pueden repercutir en una realidad que les agobia: la corrupción que desvía recursos necesarios a satisfacer intereses particulares; barreras para el ingreso al mercado laboral y a la educación superior y las limitaciones para desarrollar su potencial y sus talentos, por citar apenas unos pocos casos, llevan a que los jóvenes asuman un rol cada vez más importante en las sociedades. Los indignados del 15-M en España -que lograron cambiar la estructura política en Madrid y Barcelona, al impulsar el voto sanción contra los partidos tradicionales-, Occupy Wall Street en los Estados Unidos, los movimientos estudiantiles en Chile e incluso la Ola Verde de 2010 en Colombia, son expresiones de una juventud que, a diferencia de lo ocurrido con Traudl Junge, no quiere esperar que sea demasiado tarde para entender su responsabilidad y su potencial transformador en la sociedad. Quizás solo falte que esos jóvenes espontáneos tengan oportunidades reales en el gobierno, en los órganos de representación popular y en la política en general.

Y uno ve con entusiasmo los primeros retoños de una juventud que abandona los escenarios de protesta en las calles y decide ir a lo profundo de los partidos, de las corporaciones de elección popular y de las causas sociales más relevantes, con ideas frescas, con un espíritu transformador, preparación académica y experiencia en el trabajo con la comunidad desde muy jóvenes. En Cali, específicamente, se observa con interés que las campañas al Concejo y a la Asamblea Departamental con mayor dinamismo, entusiasmo y nuevos aires son las de jóvenes con un promedio de edad de 25 años, sin bagaje político, en muchos casos sin tener herencias políticas, pero con la formación necesaria para asumir el reto. Casos como el de los verdes Duvalier Sánchez y Nicolás Suárez, el liberal Andrés Vélez, los conservadores Pablo Uribe y Juan Guillermo Ceballos, o los jóvenes que prácticamente ejecutan la campaña de recolección de firmas de Christian Garcés, quien aspira a la Gobernación del Valle del Cauca, expresan concretamente este nuevo tiempo en la política de Cali, del Valle y, esperemos que así sea, de Colombia entera. Parece que los jóvenes no quieren que sea demasiado tarde para asumir su responsabilidad en la transformación de una sociedad que, a juzgar por los hechos, está empeñada en resolver sus problemas históricos haciendo lo mismo. Tal vez sea hora de ensayar nuevas recetas y, todo indica, que los nuevos políticos vienen con una dósis de juventud y responsabilidad para ponerlas en práctica. 

*@afgalindo
** En la época de la Alemania Nazi, Das Deutschlandlied, se entonaba desde la primera estrofa, que decía "Alemania, Alemania por encima de todo", y que se asoció con el expansionismo del Tercer Reich. Hoy día, si bien no se suprimió esta estrofa, oficialmente no se entona.


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