Optimismo moderado




En un mes y diez días asumirá la administración de Cali el alcalde electo Maurice Armitage. Su elección, indudablemente, marca un hito en la medida en que un curtido empresario e inexperto en temas políticos logró imponerse sobre políticos expertos, algunos de ellos amparados por maquinarias como Angelino Garzón o con un capital electoral importante como Roberto Ortiz. Armitage llegó a la alcaldía como candidato independiente pero supo poner a su servicio valiosos apoyos políticos que catapultaron su candidatura. No obstante, la expectativa de los electores es que el próximo alcalde tiene gran capacidad de gestión que le impedirá gobernar atado a las maquinarias y a las empresas electorales y sin deber favores políticos, tan nefastos en la gestión pública. Las 220 mil firmas que lo avalaron le dan un manto de autonomía, se piensa, que derriba cualquier intento de los voraces políticos locales de transar apoyos por favores. Sin embargo, pienso que lo más prudente es mantener un optimismo moderado.

Aún cuando el alcalde electo Armitage hizo alianzas con grupos políticos muy fuertes -ingenuo pensar que no le van a pedir algo a cambio-, el problema mayor no está en esos pactos. Paradójicamente, los caleños eligieron alcalde pensando en todo lo opuesto al político tradicional pero en el Concejo terminaron imponiendo un voto que eligió a lo más representativo de la política tradicional a nivel local. Cuando se advierte que el optimismo debe ser moderado es porque con gran pesar debemos reconocer que Cali fortaleció a las empresas electorales locales con más sillas en el cabildo y les dio un gran poder de negociación que no hay motivo para pensar que no usarán con el próximo gobierno municipal. Si se analizan los resultados, al menos dos terceras partes de la corporación quedaron en manos de estas estructuras políticas: fácilmente, los cinco puestos del liberalismo, los cinco de la U y los tres del conservatismo responden a este hecho. La realidad es que luego de los ríos de dinero y favores que pusieron a correr para quedarse con las sillas del Concejo municipal, una real puja entre feudos electorales, es difícil creer que el alcalde y su gabinete la tendrán fácil para disponer de las herramientas para gobernar como la ciudad lo espera.

La naturaleza de las empresas electorales es bastante más sencilla de lo que se cree: invierten para asumir posiciones de poder en una especie de subasta no declarada en donde gana quien más ofrece. Bajo esta lógica, es de esperar que luego de hacer una inversión elevada opten posteriormente por recoger las ganancias: burocracia, contratos, partidas presupuestarias y poder de negociación que garantice que el manejo del feudo electoral no se pondrá en riesgo. Con un concejo en manos de, al menos, 13 representantes de estas estructuras políticas tan poderosas uno puede cuestionarse su real disposición de hacer control político al alcalde y, más bien, con algo de desaliento debe aceptarse que seguiremos en la ya tradicional relación transaccional entre nuestros elegidos: dime qué necesitas y te diré cuánto vale. Eso también refleja el desdén, el desconocimiento y la falta de prevención de los electores en Cali al momento de elegir a quiénes van a ejercer el control político del alcalde.

Otro de los grandes retos que enfrenta el próximo alcalde es qué tanto va a estar en capacidad de hablar el mismo idioma con los concejales. Una de las grandes preocupaciones que históricamente ha acompañado la evaluación de la gestión del Concejo de Cali es el incipiente conocimiento que estos elegidos tienen de los temas estratégicos de la ciudad: uno podría preguntarse si en el furor de buscar votos se olvidaron de conocer lo que los ciudadanos esperan que ocurra. Hay asuntos de desarrollo económico local, pobreza, movilidad, agua potable y servicios públicos, seguridad y planeación urbana que deben ser resueltos con pertinencia y que exigen una fuerte dosis de genuino servicio público y una notable inclinación por el bien común. A juzgar por la manera como muchos concejales se hicieron elegir, no parece muy claro qué tan fácil va a tener la tarea Maurice Armitage. Por eso es prudente tener un optimismo moderado...y rogar que estos cuatro años no sean otra oportunidad perdida para Cali.

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