París y los indignados




La tragedia en París tiene connotaciones particulares: una amenaza extranjera termina arrebatando la calma a millones de ciudadanos de la Ciudad Luz y le quita la vida a cerca de 130 personas de 15 diferentes nacionalidades. No se afectó a ningún funcionario del Gobierno francés, ni a ningún símbolo del establecimiento de esta nación europea ahora comprometida en detener el paso del peligroso ascenso del Estado islámico, quizás el grupo terrorista más peligroso que haya visto el mundo. Ocho terroristas cegaron la vida de inocentes, personas como usted y como yo que aprovecharon su viernes para ir a cenar, ir a un concierto o asistir a un partido de fútbol. Por supuesto, esta masacre ha despertado la solidaridad y el repudio -especialmente en Occidente-; al menos en mi caso, Francia es, además de un ícono cultural, una de las tierras donde cuento con familia, con amigos y con la que tengo algunos pequeños vínculos, entre ellos el dominio de su idioma. Sin embargo, un hecho que ha llamado poderosamente mi atención es la reacción, en algunos casos hostil, de quienes rechazan estas expresiones de dolor que se han extendido por redes sociales, aduciendo que no se ha hecho lo mismo con nuestras tragedias nacionales o la de otros países, normalmente en vías de desarrollo y lejanos.

Que los colombianos y los occidentales tengamos una especial sensibilidad con la tragedia de París tiene explicaciones racionales, totalmente alejadas de las visiones y teorías conspirativas de los que he llamado indignados por la indignación. Partamos de un ejemplo simple, ¿llora usted la pérdida de la abuela de su vecino de la misma manera que llora la muerte de la abuela de su mejor amigo o, peor aún, la muerte de su propia abuela?, la respuesta es, muy probablemente, un no rotundo. Sentirá pesar en los tres casos, no hay duda, pero el manejo del dolor será muy distinto en todos los casos. Esto, lejos de ser un horror, es parte de lo que se espera en las relaciones humanas: las emociones se expresan en función de los sentimientos desarrollados y estos indudablemente parten del conocimiento que se haya tenido de algo o de alguien. Uno expresará mucho más el dolor por la muerte o la tragedia de alguien con quien hay una relación que por aquella que, incluso, apenas conoció en el mejor de los casos. Y esto no lo hace indolente, ni un desconsiderado. 

El mundo a diario conoce grandes tragedias: masacres en países africanos como Nigeria o Kenia, ataques despiadados en Siria o Líbano y ahora la  amenaza terrorista que comienza a confirmarse sobre Europa hacen parte del panorama global. Los medios de comunicación, sin excepción, registran las noticias y es por eso que ahora pululan en Facebook enlaces a noticias de medios nacionales relatando tragedias en un país tan distante como Kenia o los recientes atentados en Oriente medio. Indudablemente, la cobertura varía y a menudo estas noticias no pasan de una corta nota de unos cuantos segundos en pantalla o una pequeña reseña en un medio escrito. ¿Es esto parte de una conspiración de los medios internacionales?, creo que una de los mejores aliados en estos momentos es dejar de pensar que todo conspira contra nosotros. Al igual que las leyes del mercado, los medios ofrecen a los consumidores de noticias lo que estos suelen consumir. Y estos suelen consumir aquello con lo que están familiarizados: ¿u olvida que muy seguramente en el colegio usted aprendió sobre la Revolución francesa o cómo la invasión de Napoleón a España aceleró los procesos revolucionarios independentistas en América? ¿ignora que buena parte de las tecnologías que hoy empleamos fueron desarrolladas en Europa? Con toda certeza sus padres conocieron la aviación supersónica con los míticos aviones Mirage de fabricación francesa que llegaron a la Fuerza Aérea Colombiana en 1971. 

Sentir el deseo de expresar su dolor por los sucesos de París el pasado viernes no debería ser estigmatizado ni atacado. Los vínculos culturales de Colombia y Francia son estrechos, históricamente fuertes y no obedecen a una casualidad: una legión francesa combatió en Boyacá en la época de la independencia, los franceses fueron los primeros en iniciar las obras del Canal de Panamá, los derechos del hombre -pieza fundamental de las constituciones modernas- fueron traducidos del francés al español, los franceses fueron pioneros en el desarrollo de la industria metalúrgica con Acerías Paz del Río, entre otros asuntos concretos que no pueden ocultar la familiaridad que muchos sienten con el país europeo. Similar sensación se debió sentir en 2004, cuando un millar de personas murieron en Madrid; desde luego, los trágicos hechos de la estación de trenes de Atocha aquel 11 de marzo no tuvieron la repercusión mediática de hoy ante la ausencia de las redes sociales que permiten la divulgación de la información. Pero si el ataque hubiese sido en Roma, Berlín o Nueva York, la reacción sería muy similar a la de los hechos en París.

¿Están totalmente equivocados quienes piden que no ignoremos el resto de tragedias que ocurren en el mundo?, en parte sí: que uno llore más la muerte de un pariente no quiere decir que menosprecie la muerte de un desconocido. Esto para expresar que sentir una especial indignación por lo ocurrido en Francia no implica indolencia por lo que ocurra en Colombia o en el resto del mundo. Sin embargo, es válido que se recuerde que en países árabes y en otras latitudes, incluso en nuestro propio país, las balas acaban y arrasan con vidas humanas sin piedad y ponen de manifiesto la pérdida de la vida como valor supremo. Pero no se puede exigir que las emociones sean las mismas: estas dependen de los sentimientos y, desafortunadamente, las distancias con países como Siria o Libia son más que geográficas: es muy probable que usted conozca a alguien que tiene parientes en París, que sabe dónde queda París o incluso que conoce París, ¿cuántos conoce que vivan, hayan ido o anhelen ir a Damasco o Beirut? Y eso no es malo, aún tenemos un recorrido natural por hacer para reconocer al mundo que nos rodea. Y mientras eso no ocurra, no estamos obligados a expresar el mismo sentimiento por un país como Francia, Chile o México -tres de los países que cuentan a algunos de sus ciudadanos entre los muertos de la masacre de París- o por el nuestro mismo que por países que aún desconocemos. 

Pd: no nos menospreciemos como nación. Los colombianos cada vez más expresan su interés por Colombia y sus asuntos, ¿no vieron sus redes sociales durante la campaña electoral? ¿olvidan la manifestación del 4 de febrero de 2008 -la famosa "No más FARC"-? ¿no han salido un 20 de julio a ver las banderas colgadas en las ventanas?, va siendo hora de abandonar nuestra fracasomanía crónica.

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