¿Por qué no habrá guerra entre Turquía y Rusia?



Luego de los horrorosos ataques de París, poco tiempo transcurrió cuando una noticia puso a temblar al mundo de nuevo: Turquía derribó un avión de combate ruso que, según el gobierno turco, sobrevolaba de forma irregular su territorio en los límites con Siria. A este acto bélico siguió la reacción airada del presidente ruso, el poderoso Vladimir Putin, mientras el siempre arrogante presidente turco Erdogan se negaba a disculparse ante su homólogo. Pronto Rusia anunció retaliaciones diplomáticas -exigencia de visa a ciudadanos turcos- y económicas -restricciones comerciales de varios miles de millones de dólares-. La escalada verbal se mantuvo entre Moscú y Ankara, al punto que Putin pidió a sus compatriotas que abandonaran Turquía. La verdad, con ese escenario uno puede verse muy tentado a pensar que solo falta que el reloj marque la hora del estallido de la guerra. No obstante, la probabilidad que estas dos naciones escalen sus diferencias al campo militar es lo suficientemente baja como para decir que no habrá guerra.

Las matemáticas nos dan una valiosa herramienta para pensar que esto no ocurrirá. Aunque evitaré profundizar en el intringulis teórico del análisis matemático de conflictos, pensaremos que Turquía y Rusia son dos jugadores que actúan en función de sus intereses dada la información de la que disponen. En últimas ambos países son conscientes que toda decisión que tomen supondrá un beneficio o una pérdida y que, en general, en este escenario se espera la menor pérdida posible. En cualquier caso, saben que si bien el conflicto es inevitable, disponen de información suficiente para saber que la guerra es una decisión cuyos costos no están en condiciones de asumir ninguno de los gobiernos. En últimas, no irán a la guerra porque saben que es mejor mantener el fuego callado so riesgo que si alguno inicia la conflagración el otro va a responder con una amenaza de castigo creíble, que llamaremos escuetamente Amenaza de Destrucción Mutua. 

Si lo contextualizamos en la realidad geopolítica de la región, Rusia entiende que cualquier escalada bélica será respondida por Turquía, que constituye la segunda potencia militar por tamaño de la OTAN, con cerca de un millón de soldados y un considerable arsenal compuesto por cerca de mil aeronaves militares, de las cuales el 40% corresponde a cazambombarderos que en cuestión de un par de horas estarían sobre Moscú. Pero el asunto va más allá: Turquía es un importante miembro de la alianza militar, que supone que cualquier acción bélica en contra de su territorio recibirá el respaldo de las potencias occidentales. Dicho esto, un ataque ruso contra el territorio o los intereses turcos será tomado como una provocación contra los Estados Unidos y la Unión europea. De modo que el asunto termina siendo bastante complejo y pone sobre la mesa una realidad: la guerra entre Rusia y Turquía tendría tal poder destructivo por los actores que involucra que, simplemente, es una idea que ni Putin ni Erdogan podrían concebir si suponemos sensatez de parte de ellos. A esto se suma que las fuerzas armadas rusas presentan un importante rezago tecnológico que las hace vulnerables en un escenario de guerras simétricas. 

Existe una condición inevitable y es que la acción turca de tumbar un avión ruso en una situación sobre la que no existe total claridad conllevará pérdidas. No obstante, estas son significativamente inferiores que las de la guerra pero suficientemente fuertes para presionar un arreglo entre las partes, ávidas de compensación. En los últimos años, tanto Turquía como Rusia han puesto mutuamente a circular miles de millones de dólares en transacciones comerciales e inversiones que, indudablemente, se ponen en riesgo ante las tensiones. Para los turcos la visita de los más de tres millones de turistas rusos al años es una fuente de ingresos considerables, mientras que para los rusos las ventas de gas a Turquía son apenas superadas por las compras que hace Alemania. Pero la verdad es una: la guerra es tan costosa para ambas naciones que no es una opción que tenga una alta probabilidad de ocurrencia. Definitivamente, quienes están esperando el estallido de la guerra entre estas dos potencias deberán remitirse mejor a los libros de historia para verla. 

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