Departamento vetusto
La crisis del Hospital Universitario del Valle es la punta del iceberg. El HUV está insertado en una dinámica institucional vetusta, anacrónica y desactualizada, como la que tiene el Departamento del Valle del Cauca; la situación del mayor centro médico público de la región se reduce, ante el observador desprevenido, a un simple problema de ausencia de recursos, sin embargo esta parece ser una de las consecuencias de un mal que requiere un análisis más profundo y detallado: problemas de gestión de la información financiera, sobrecostos, tercerizaciones y una serie de vicios en la gestión gerencial de este activo público que logró, por ejemplo, que en agosto de 2015 se hubiesen consumido todos los recursos de la vigencia de ese año que, por supuesto, debían aguantar hasta el 31 de diciembre. Muestra de la incipiente gestión de recaudo está en este indicador: de cada 100 facturas que se debían causar, solo 70 se radicaban y solo 40 se pagaban. Esto denota una increíble falencia en la gestión del hospital y una falla protuberante de la administración departamental, principal responsable del centro asistencial. ¿Esos errores se cometerían en un negocio privado? Con seguridad no.
Pero el HUV es apenas un capítulo de una crisis mucho mayor: la decadente administración departamental, representada en una gobernación y entidades descentralizadas capturadas por intereses opacos. Bien es conocido que el clientelismo y la corrupción desvían recursos a fines menos valiosos y reduce la eficiencia y eficacia de las entidades. La red de salud del departamento se encuentra en un avanzado estado de deterioro por cuenta de las negligencias en su administración, lo cual es de extrema gravedad si se considera que a cargo del departamento se encuentra la atención en salud en los niveles de mayor complejidad; la Industria de Licores del Valle, de cuyos resultados financieros depende en gran medida la renta departamental, se encuentra en su peor momento, con unas ventas a la baja y unos resultados que, de ser una empresa privada, probablemente hace rato hubiesen conducido a su liquidación por lo inviable; la situación se hace un poco más crítica si se revisa el funcionamiento de la Gobernación del Valle, donde los acuerdos burocráticos y el clientelismo han determinado el funcionamiento de entidades estratégicas para el desarrollo regional como Planeación, Educación, Agricultura y Salud. Si se mira por los lados de la Asamblea Departamental, además del estado ruinoso de sus instalaciones, se encuentra un apéndice de la Gobernación de turno desde donde salen y entran acuerdos de toda índole que desdibujan notablemente el control político al que está obligada la Duma. Me ahorro menciones al tema de Bellas Artes o de la Biblioteca Departamental, casos dramáticos que ameritan una reflexión completa.
La historia nos dice que en los últimos 15 años el Valle del Cauca ha tenido 11 gobernadores, de los cuales cinco han sido provisionales y dos destituidos, señal preocupante del progresivo deterioro institucional de la región que la actual gobernadora no parece en principio tener la capacidad de detenerlo. Uno de los aspectos claves para entender qué tanta relevancia ha perdido la Gobernación y las entidades del departamento -relevancia que guarda una estrecha relación con su deslustre institucional- es la intrascendencia que tiene para el ciudadano: a la gobernación muchos lo ven como un simple recaudador de impuestos y un prestador de servicios. La poca claridad sobre las competencias del gabinete departamental y de las otras entidades del departamento ante los ojos de los ciudadanos se explica por un círculo vicioso: como el elector piensa que la gobernación y la asamblea no hacen nada, no se exige mucho en la elección de quienes ocuparán esos cargos y como no le exigen mucho a esos elegidos, estos no tendrán incentivos para desarrollar una labor óptima y tomarán decisiones, por tanto, por debajo del nivel de necesidad de progreso de la región. Problamente la crisis institucional del Valle inició el mismo día en que el electorado vallecaucano sucumbió al poder de la clase política tradicional. El Valle del Cauca debe reinventarse, repensarse y transformarse, porque hoy es un departamento vetusto.
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