Zanjando diferencias



Con sorpresa leo al influyente columnista y editor del diario El País, Diego Martínez Lloreda, refiriéndose al tema del Zanjón del Burro, mejor conocido como humedal de la Babilla, una joya ecosistémica cuyo valor parece despreciar el periodista y del cual creo no nos hemos percatado los caleños. Me referiré a dos puntos concretos que son, a saber, la importancia de este pulmón verde y, posteriormente, al tema de movilidad en la comuna 22:

Los humedales prestan servicios ecosistémicos que los hacen importantes y vitales para la conservación de especies vegetales y animales. Un humedal es un terreno, generalmente plano, que tiene como propiedad fundamental absorber los excedentes de agua y servir de amortiguador natural en época de desbordamientos de los ríos, por ejemplo. En un sentido más amplio, es un cuerpo de agua estática rodeado de tierras secas que pueden recibir esas aguas excedentes en épocas de lluvias, generalmente, y otras que, sin ser inundables, albergan vegetación y especies animales. Pero la importancia de los humedales, en este caso el del Zanjón del Burro, se puede ver en cuatro servicios ecosistémicos trascendentales: 1) son reguladores del ciclo hídrico, en cuanto controlan y previenen inundaciones, retienen nutrientes para los suelos, contribuyen a la descarga y recarga de los acuíferos y sirven como reservorios naturales de agua; 2) mejoramiento de la calidad del aire, en la medida en que sirven de sumideros de CO2 y de retenedores de partículas del aire, regulan la temperatura y producen oxígeno (aire limpio); 3) sirven de espacios de conservación biofísica, toda vez que son refugio de la biodiversidad endémica (especies propias de la región) y son el hábitat esencial de otras especies migratorias, especialmente de aves y, por último, tienen una función más humana, 4) son espacios pedagógicos que permiten que los ciudadanos tengan acceso a la contemplación de espacios naturales únicos en el entorno urbano, que permiten la recreación pasiva, la formación en educación ambiental y el adecuado relacionamiento de la especie humana con el resto de las especies. Juzgará el columnista si estos servicios ecosistémicos son de poca monta, pero en una época de sequía y de variabilidad climática prescindir de esta clase de espacios parece peligroso para la sostenibilidad de nuestra ciudad.

Ahora bien, ¿cuál es el peligro de poner a cruzar una avenida por el espacio del Zanjón del Burro?, a diferencia del resto de zonas verdes de la ciudad, este espacio está conectado con la ladera y con los Farallones de Cali. Si se mira desde el aire o desde un mapa, se podrá evidenciar que desde el Lago existe una linea continua que desemboca en el Parque Nacional Natural Farallones de Cali: ¿esto qué significa?, dicha conectividad entre ambos espacios garantiza que no se corte el flujo de agua proveniente desde la cordillera occidental que,  dicho en otros términos,  quiere decir que no se interrumpe la producción de agua que vemos desembocar en el lago en Ciudad Jardín. El peligro de una obra civil es que un error puede ser irreversible y cortar esa conectividad fundamental que contribuye a garantizar la oferta hídrica en la ciudad de Cali. En ese mismo sentido, ¿qué consecuencias puede traer la destrucción de este espacio natural?, además de suprimir los servicios ecosistémicos ya mencionados, la concentración de concreto eleva la temperatura del ambiente, ya bastante elevada en nuestra ciudad: el cemento y el concreto absorben el calor durante el día y en la noche lo liberan. Esta es la razón por la cual, por ejemplo, en la obra tradicional de Eustaquio Palacios la descripción de la vestimenta de don Manuel y el resto de personajes hace pensar más en un escenario santafereño que en uno vallecaucano. Y esto no es mito: los casi 0,5 grados de diferencia de temperatura entre el sur de la ciudad y el norte se debe, justamente, a que en las comunas 17 y 22 existen espacios naturales y más zonas verdes. Me parece que el gran error, entonces, de Diego Martínez es menospreciar de esa forma los argumentos de quienes hemos acordado defender este espacio cuyos beneficios no son tan evidentes pero no por ello dejan de ser vitales.

Ahora bien, ¿qué se espera para garantizar la movilidad en la Comuna 22?, las medidas que se han tomado hasta hoy han sido paliativos y no garantizan soluciones de fondo a un problema mayúsculo. En otra oportunidad podría exponer por qué el Par Vial de Hadad era insostenible, pero ahora lo que viene al punto es que se debe mantener el Zanjón y se debe garantizar que la congestión habitual se reduzca. Una de las primeras exigencias que como comunidad hacemos es conocer al detalle cómo está planeada la obra de ampliación de la Calle 13, sin embargo pedimos se considere que esos recursos pueden emplearse para contemplar obras alternativas de similar o mayor impacto: ampliación de la Avenida Cañasgordas desde el Bennet hasta la Javeriana, un paso deprimido de la Calle 16 entre la Carrera 100 y la glorieta de Ciudad Jardín, ampliar la Avenida Simón Bolívar y construir accesos entre esta y la zona de las universidades, acelerar la construcción de la infraestructura complementaria del MIO y ampliar la oferta de rutas y buses que desincentive el uso del vehículo particular, dotar a la zona de bicicarriles y, por qué no, pensar en opciones como los cobros por congestión, usadas en ciudades tales como Londres. En todo caso, queda abierto el debate; sin embargo, es prudente que con los efectos devastadores del Fenómeno del Niño aunado a la mano depredadora del hombre nos demos a la tarea de reflexionar sobre nuestra relación con el entorno. Puede que no estemos incrustados en la Sierra de la Macarena pero sí en las faldas de una joya de valor incalculable: el Parque Nacional Natural Farallones de Cali, que tiene en el zanjón del Burro, a escasas cuadras de donde escribo esto, un pedazo que podemos gozar y disfrutar a diario. Y sí, soy un pichón de político, no llego ni a los 30 años y no tengo las credenciales de una persona como Diego Martínez Lloreda, pero tengo la consciencia para decir que hemos construido mal una ciudad que, como Cali, merece mucho más de lo que en los últimos 20 años ha recibido. 

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