Inversión y confianza




Uno de los grandes logros de la economía colombiana en los últimos años es el aumento de la inversión extranjera directa. La simultaneidad de un entorno internacional favorable, la creación de medidas jurídicas y tributarias benéficas para los capitales y la recuperación del control estatal frente a la amenaza guerrillera crearon un escenario favorable de confianza que impulsó la inversión. Este logro, que por supuesto se han atribuido políticamente como un éxito sin antecedentes, exige que se revise con algo de detalle, sobre todo si nos apegamos a la regla de la ciencia económica que postula que no porque un fenómeno suceda tras otro, es una consecuencia. Por supuesto: para que un inversionista lleve sus capitales a un país debe tener la certeza y la seguridad que encontrará rentabilidad y estabilidad. Un empresario extranjero no asumirá riesgos excesivos y para ello requiere garantías. La historia oficial dice que en Colombia en los últimos 15 años se le ha garantizado al inversionista lo necesario para que su negocio florezca. Sin embargo, parece que hay que ir más al detalle para sacar mejores conclusiones.

Entre 1990 y 2010 la inversión extranjera ha tenido una tendencia creciente, producto de la mayor apertura de la economía colombiana. Hasta 2003, los flujos de capitales extranjeros se concentraron principalmente en los sectores de servicios y manufacturas y, desde entonces, hubo una reconfiguración que terminó concentrando los flujos en la explotación de los recursos naturales con la diferencia que había duplicado su proporción en el PIB. Esto se puede apreciar con mayor detenimiento en la composición sectorial de los flujos de inversión: para 2004 ya cerca del 60% de estos capitales llegaban al sector minero-energético, mientras la manufacturas y los otros sectores perdían participación. A finales de 2008 este indicador llegaba a casi el 80%, lo cual sin duda permite pensar que había algo más que confianza en la economía colombiana -entiéndase: desde luego que se hizo de Colombia un país confiable para los inversionistas, pero dada la concentración, parece que no es la única variable que explica este fenómeno-. Y para despejar esta duda, el precio del petróleo parece la mejor herramienta para visibilizar con más precisión este suceso de la economía nacional: el 1 de abril de 2003, el barril de crudo costaba 23 dólares y cinco años después, en junio de 2008 el precio estaba en 139 dólares. Con una tendencia en que el precio se duplicaba por año, ¿no estaban los inversionistas frente a un negocio rentable?

Colombia hizo los ajustes institucionales para adaptar a la economía al contexto internacional de capitales buscando rentabilidades en un mundo en desarrollo rico en recursos naturales. Por supuesto la economía colombiana no iba a ser la excepción. El gran acierto del gobierno fue emprender reformas en la institucionalidad petrolera, en el fortalecimiento de las fuerzas armadas y en los incentivos tributarios y jurídicos que otorgó. Sin embargo, es claro que la política de atracción de inversiones estaba en completa sintonía con el modelo económico de corto plazo que se estaba promoviendo y profundizando. Por supuesto, se vitalizó la demanda interna, el consumo ganó relevancia en el impulso del PIB, pero dejó a Colombia vulnerable ante los ciclos económicos internacionales.

La realidad parece darle la razón a esta tesis: con el desplome de los precios del petróleo, producto de la estrategia de los países de la OPEP de mantener su nivel de producción, la desaceleración económica de China, la lenta recuperación económica de los Estados Unidos y la incertidumbre con Europa, la pérdida rentabilidad del negocio minero-energético ha impulsado la contracción de la inversión en estos sectores. Por supuesto, al analizar las cifras uno descubre que esa es la realidad: a junio de 2015, la inversión en el sector petrolero se había reducido de un año para otro en un 40%, mientras que los flujos de capitales foráneos hacia otros sectores había subido un 13,4%. Y dado que buena parte de los recursos de la Nación provenían de las rentas petroleras, con la caída del precio del barril de crudo el golpe en las finanzas públicas ha sido un factor determinante del aumento del endeudamiento del Gobierno, que ha contagiado de nerviosismo a los mercados internacionales de capitales, lo que se ha expresado en una perspectiva negativa de la deuda colombiana y una amenaza de downgrade. Con esto, queda sobre la mesa una realidad: la caída de la inversión extranjera no se debe a un deterioro de la seguridad, como lo aseguran contra toda evidencia sectores radicales de la oposición. Todo parte y vuelve del mismo punto: la concentración excesiva de la actividad económica en el sector petrolero, susceptible a la volatilidad de los precios. Y hasta ahora ningún gobierno ha hecho algo por cambiar esta realidad.

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