Islam, precios de petróleo y tasa de cambio
¿Qué relación tiene la división entre Chiitas y Sunitas en el Islam, los precios del petróleo y el precio del dólar? El pasado domingo los países productores de petróleo, agrupados en la OPEP, se reunieron en la capital de Qatar, Doha, a fin de analizar la depreciación del barril de petróleo y contemplar medidas para frenar la estrepitosa desvalorización de esta materia prima. El consenso que existía no era otro que mantener estable -congelar- el nivel de producción de petróleo a fin de restarle presión a una ya evidente sobreoferta de crudo en el mercado. La dinámica del mercado de materias primas ha estado determinada por la desaceleración de la demanda internacional, particularmente de los grandes países emergentes, y por la creciente producción de países como los Estados Unidos y Arabia Saudita, que se ha interpretado como una guerra de precios entre ambos países por el predominio en el mercado. En esencia, árabes y estadounidenses apuestan por producir más a menor costo y la idea es llevar el precio a un punto que obligue a su contraparte a ceder, un punto en la escala de precios que no haga rentable a su contraparte seguir produciendo en ese nivel. Esta tensión comercial ha tenido un costo a nivel internacional: buena parte de los presupuestos de los gobiernos de países productores, como Colombia, dependían de un precio elevado del petróleo, por lo que la caída en su valor se ha convertido en un problema macroeconómico acentuado por la pérdida de valor de las monedas nacionales. Por supuesto, la mayor parte de las divisas que ingresaban venían de la venta de crudo y ante una desvalorización de las exportaciones, los dólares se hicieron escasos y costosos.
Ayer la reunión en Doha tenía como objetivo que los países productores no siguieran incrementando el bombeo de este insumo en los campos petroleros, a fin de reducir las presiones sobre la oferta de petróleo y mantener su precio o, incluso, elevarlo un poco. Una subida en el precio no solo sería un alivio para los países productores -porque tendría un impacto en los ingresos fiscales de sus gobiernos en el mediano plazo- sino porque incidiría en la tasa de cambio. Sin embargo, las cosas en esta reunión en Qatar empezaron mal: Irán no asistió y anunció que, luego de las sanciones internacionales que afectaron seriamente su economía y su inserción en el mercado global, era una necesidad aumentar la producción de barriles diarios de petróleo. Por supuesto, en el bloque de países exportadores de petróleo liderado por Arabia Saudita no cayó bien esta posición del régimen iraní, expresando en consecuencia que mantendría estable su producción siempre que Irán hiciera lo mismo. Incluso la advertencia fue más allá: si Irán no congela su producción de petróleo, Arabia Saudita no solo no hará lo mismo sino que aumentará el bombeo diario. Como consecuencia de estas posturas se espera que el precio del petróleo caiga de nuevo y que la tasa de cambio se vea afectada: dólar más caro.
Volvamos a la pregunta inicial y tratemos de contestarla: viajar desde Colombia a cualquier destino en el extranjero se ha encarecido, al igual que traer cualquier mercancía desde otro país, por cuenta de un dólar caro. Por supuesto, hay otros fenómenos que determinan el precio de la divisa, como las expectativas de los inversionistas sobre las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos en función de la recuperación económica; sin embargo la caída en las exportaciones -en un 60% compuestas por petróleo desvalorizado- ha ocasionado que el precio del dólar, ante una baja de su oferta en el mercado cambiario, se haya disparado. Y dados los resultados de la reunión en Doha, es probable que el precio caiga otro poco, luego de unos meses de recuperación. Lo curioso es que un dólar caro, entonces, estará en buena medida explicado por las tensiones históricas entre chiítas y sunitas, representados por Irán y Arabia Saudita, respectivamente y que ayer se manifestaron en la cumbre de la OPEP. Pero hay que partir de un hecho y es que este antagonismo no es nuevo. Retrocedamos casi veinte siglos para llegar al germen de este conflicto:
En el año 632 muere el profeta Mahoma y surge la necesidad de definir quién le sucedería en el Gobierno del califato islámico -ahí sí suerte, a googlear qué es Califato porque si no, no termino-; un segmento denominado Shi'atu'Ali, muy cercano a Ali, primo y yerno del Profeta, interpretaba que el gobierno debería ser asumido por alguien con vínculos de sangre con Mahoma. Otro segmento importante, más influyente y con poder económico, interpretó de la Sunna -un libro que contiene enseñanzas sagradas del Profeta-, que el poder sobre el pueblo islámico debería proceder de una elección hecha por la mayoría. No obstante, Ali fue investido como sucesor de Mahoma luego de tres califatos tras la muerte de Mahoma, un momento de grandes tensiones en las comunidades musulmanas, principalmente con los Sunitas y los jariyíes, quienes finalmente causarían su muerte. Por supuesto, Ali esperaba que su hijo, considerado como un ungido por Dios, debería asumir el califato, no obstante esto no ocurrió y al final de cuentas el hijo de Ali se rebela contra el gobierno del califato y muere asesinado en una batalla en el actual Irak. Estas divisiones se mantuvieron en los siglos siguientes, hasta cuando el Imperio persa decide separarse del dominio árabe y adopta el Islam como su religión oficial, en una época cercana a la llegada de Colón a América. Sin embargo, adopta el Islam que correspondía a la vertiente de Alí: allí se marcaba el gran sisma del Islam moderno, ya no solo como un asunto religioso sino político. Y por supuesto, allí nacía la gran rivalidad entre Arabia Saudita e Irán.
Desde entonces, la historia no ha sido de entendimiento, particularmente en el siglo XX. Con la Revolución islámica de 1979, se escalan las tensiones: para el nuevo líder supremo de Irán, el Ayatollah Jomeini, que imprime un estricto cumplimiento de una visión revolucionaria de la ley islámica en el país, considera que la monarquía -tal y como existe en Arabia Saudita- no es propia de su religión. Sin embargo, la cuestión parecía ir más allá de lo evidente: para Irán era un punto geoestratégico y político importante mantener a los sectores chiítas cercanos a la Revolución iraní, particularmente en Irak. Este es un punto importante: este último país hace parte de la órbita del antiguo Imperio persa y su población es mayoritariamente chiíta pero con la llegada de Saddam Hussein, de origen sunita, se implanta un régimen laico con influencia árabe. Por supuesto, el factor iraquí constituía una preocupación para Teherán y para Saddam la existencia de Irán era una incomodidad que había que reducir, sobre todo con la máquina propagandistica revolucionaria llegando a las minorías chiítas en los países árabes o de influencia árabe. Fue así como, excusado en el conflicto territorial histórico por la posesión del estratégico río Shatt Al-Arab, el gobierno iraquí emprendió, con el apoyo sutil de Occidente, una operación militar contra Irán que, al final de cuentas, fue un desastre que no dejó vencedores claros pero que marcó un punto crítico en las tensiones entre árabes y persas.
Hoy el foco del mundo está centrado en Siria, aunque no es el único país en conflicto en Oriente Medio. Yemen, el vecino del sur de Arabia Saudita y bastión de los chiítas, se encuentra en una guerra civil entre una oposición rebelde y un gobierno pro-árabe respaldado por las potencias regionales encabezadas por el gobierno de Ryad. Aquí nuevamente hay un juego de estrategias donde los iraníes y sauditas se enfrentan indirectamente: en Siria, el gobierno de Teherán ha ofrecido su pleno respaldo al gobierno de Bashar Al-Assad, mientras en Yemen ha brindado su apoyo a la oposición rebelde. En contraste, la oposición siria y el gobierno yemenita han recibido el apoyo en muchos aspectos por parte de Arabia Saudita y sus aliados. Por donde se mire, los intereses son antagónicos y no parece claro que exista un punto de encuentro, mucho menos que los precios del petróleo vayan a ser ese punto. La lógica es sencilla: la riqueza de estos estados petroleros, a diferencia de los países productores de América Latina por ejemplo, no está basada en los precios del barril de petróleo sino en la abundancia de este recurso en su subsuelo. Su industria petrolera se sustenta en el desarrollo de economías de escala y es justamente el bajo costo de producción el que ha hecho de estas naciones unas potencias dominantes en el mercado. A mayor producción, menor costo, mayor rentabilidad.
Someramente hemos hecho un recorrido por los momentos más importantes de la historia del Islam y sus derivaciones en el terreno político y económico. Si hoy usted quiere entender por qué Brasil difícilmente recuperará su dinamismo económico o por qué el peso colombiano mantendrá su valor con respecto al dólar, es preciso que ponga sus ojos en dos jugadores mundiales que han mandado contra las cuerdas a los países dependientes de los precios del petróleo: Irán y Arabia Saudita, que tienen una historia común cimentada en el conflicto y en la diferencia religiosa. El panorama deja claro que el fracaso en la búsqueda de un acuerdo en Doha el domingo anterior es una muestra de la incapacidad de estos dos actores de ponerse de acuerdo, cuando el juego no es otro que garantizar la mayor capacidad de influencia en una región que está definiendo el desempeño económico de regiones del planeta como América Latina. Es un asunto de honor para Arabia Saudita e Irán, un asunto que lleva más de dos mil años en disputa. No le quepa duda que el dólar caro que usted hoy compra lleva consigo la marca de un conflicto que inició un día en La Meca, hace veinte siglos, y que ayer fue llevado al fastuoso Hotel Sheraton de Doha, Qatar.
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