Sonajero de crisis
Hace pocos días, un reconocida sección política de un diario local lanzó los nombres de posibles candidatos a la Alcaldía de Cali. Cada vez se madruga más en esto de las campañas electorales y, faltando tres años para las próximas elecciones locales, ya se ponen a sonar nombres. Algunos viejos conocidos en el tarjetón electoral, otros que no han recibido el trato justo en las urnas, pero no hay lugar a la duda que ser alcalde de Cali es el sueño de más de un político de la comarca. Algunos con más votos que con ideas revolucionarias.
En tres años, quizás, estemos ya en un escenario más parecido al de las elecciones de 2019 que a este turbulento año 2020. Quizás ya tendremos algunas herramientas desde la medicina que hagan de la pandemia una amenaza significativamente menos peligrosa - o quizás en su tránsito natural, el virus deje de ser una amenaza-, pero seguiremos viviendo entre los efectos sociales y económicos de la peor crisis en 100 años. A tan solo tres meses de haber estallado esta situación en marzo de 2020, Cali encabeza el lote de las grandes ciudades con mayor desempleo, por encima de la media nacional, y aún no para esa espiral ascendente de destrucción de empleos y de deterioro de las condiciones de vida de los caleños. Así que cabe pensar que en tres años ya tengamos cuantificados los daños que dejó la crisis.
Los esfuerzos del Gobierno Nacional y de la Administración local deberán servir para amortiguar esa dura caída, pero dudo que eviten los daños profundos que dejará esta mezcla inédita de pánico, confinamiento, quiebras y desempleo. En el caso de Cali, el actual alcalde gastará al menos tres cuartos de su periodo de gobierno lidiando con la pandemia y tratando de mantener a flote a la ciudad. En este tiempo veremos el impacto de sus decisiones. Pero, por más voluntad que haya, será difícil evitar la dureza de los efectos de la crisis.
Con el sonajero de candidatos a la Alcaldía de Cali cabría preguntarse si quienes lo integran son conscientes de la ciudad que está dejando esta pandemia y la crisis económica y social que trajo, que además sería la ciudad que tendrán que gobernar. Seguramente para entonces ya la ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos no será una preocupación, pero sí lo será una población empobrecida, un tejido empresarial deteriorado y unas finanzas públicas muy afectadas. No tendrán la misma chequera que tuvieron los alcaldes anteriores y tendrán además que llegar a pagar deudas porque, ¿de qué otra manera se podría financiar una crisis como la actual sin echar mano del crédito público? Convendría que lo tengan presente.
Recomponer la vocación productiva de Cali, basada en la economía creativa, en el turismo y los servicios; prevenir brotes de violencia, que en la ciudad han tenido históricamente un fuerte vínculo con las condiciones de bienestar de la población; velar por la seguridad alimentaria, la lucha contra la pobreza y el acceso a la educación como clave para aumentar el capital humano; impulsar proyectos estratégicos para el desarrollo como el tren de cercanías; consolidar una agenda ambiental para la sostenibilidad de la ciudad en el largo plazo y recomponer las finanzas públicas serán retos que encontrará el próximo alcalde. Ante el tamaño del reto, ojalá los integrantes del sonajero de candidatos tengan respuestas.
Entramos en un punto crítico de la Historia. Todo lo que se había avanzado en una década está en riesgo y no hay otra alternativa distinta a capotear bien esta crisis, pero también es imperativo liderar conscientemente a la ciudad cuando salgamos de ella. Cali no se puede dar el lujo de tomar una mala decisión después de esta, la mayor crisis de esta generación. El potencial de ser una metrópoli diversa, conectada con el mundo y con capital humano para lograr mayores conquistas en el campo de las artes, la creatividad y la ciencia - tenemos un clúster de la salud promisorio- no se puede dilapidar. El 1 de enero de 2024, el nuevo alcalde (¿o la nueva alcaldesa?) tendrá enfrente una ciudad con grandes oportunidades, pero que estará deprimida, empobrecida y nostálgica de lo que pudo ser y no fue por cuenta de la pandemia. Si vamos a poner a sonar nombres, pongamos a sonar también la inmensa responsabilidad del voto que tendremos que depositar.
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