Lo bueno, lo malo y lo feo
Se termina el primer año de la segunda administración de Jorge Iván Ospina y, si normalmente en el primer año uno no puede hacer juicios hondos sobre la gestión de un gobernante, se pueden identificar algunos patrones que definen el estilo, prioridades y discurso de un gobierno que, en este caso, está fuertemente marcado por una coyuntura inesperada como lo es una pandemia que finalmente ha golpeado a Cali en todos los frentes, pero particularmente en el económico se han hecho sentir sus efectos. Ciertamente, este ha sido un gobierno mediático, orientado según el carácter impulsivo del alcalde, que desde el primer día de gestión no ha dejado de generar debate, opinión y noticia.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la ciudad que recibió Ospina hace un año es distinta a la que hoy gobierna, no tanto por sus realizaciones u obras, que es normal que no se vean aún en el primer año, pero sí por la coyuntura. En apenas un año la ciudad pasó de tener una dinámica y una realidad algo optimista, a pesar de retos incesantes como la seguridad, a estar sumida en la incertidumbre de enfrentar los distintos factores de salud pública y económicos que inciden directamente en el comportamiento y en los hábitos de los caleños. Ospina no solamente tuvo que asumir una ciudad empotrada en un corredor transnacional del narcotráfico, que tiene como efectos directos una violencia estructural de mayor intensidad que en el resto del país, sino que además tuvo que enfrentar un desempleo que se disparó hasta llegar a casi el 30%, con las implicaciones sociales que eso supone. Ciertamente, la tarea no es sencilla y en eso hay que darle un compás de espera al alcalde para que en su segundo año se vean las ejecuciones de sus principales proyectos y apuestas de gobierno.
Sin embargo, intentaré hacer una relación de esos hitos que definen su primer año de gobierno y que, sin duda, orientarán el rumbo del segundo año y de los que vienen.
Lo bueno:
Manejo de la pandemia. Hay un relativo consenso que el alcalde Ospina ha sabido pilotear muy bien a la ciudad en lo relacionado con la pandemia. Si en abril se esperaba que Cali fuese otra Guayaquil, la realidad ha sido otra. Se supo distribuir bien los recursos técnicos, humanos y financieros, que finalmente permitieron que la ciudad no viera colapsar sus servicios médicos. Ospina, aunque sucumbió a la tentación de los toques de queda, realmente se negó de forma sistemática a un encierro generalizado y buscó la manera de concentrar esfuerzos en la prevención, la pedagogía y las intervenciones focalizadas. En esto no se puede cantar victoria aún, pero sin duda que a Cali le fue bien en este año tan difícil en lo relacionado con la salud pública. Además, destacable el trabajo articulado de la Alcaldía con la Gobernación, lo que permitió una adecuada coordinación institucional, clave para responder al reto.
Reactivación económica. En línea con lo anterior, Ospina supo comprender a tiempo que las medidas sanitarias estaba infringiendo un golpe durísimo al bienestar de las familias y a los sectores productivos. Si bien, por supuesto, se pudo hacer más, es destacable su esfuerzo por generar un adecuado diálogo con el sector privado para coordinar la reactivación de empresas y negocios, lo que permitió amortiguar el golpe y recuperar empleos. Cali hoy presenta algunos indicadores de reactivación mejores que el resto del país y podría deberse, entre otros, al esfuerzo de la Administración caleña para mantener a flote a los sectores económicos.
Lotes de la SAE para la ciudad. Ospina madrugó a buscar la recuperación de unos lotes de interés estratégico para la realización de proyectos urbanísticos importantes. Su determinación permitió que hoy Cali tenga asegurados unos terrenos en Pance, frente a Cosmocentro y en San Fernando, que ocupaba el club del mismo nombre, para realizar unas obras de espacio público y para el desarrollo de sectores como la cultura. Un acierto que haya hecho eso a tiempo y desde ya pueda dejar un legado sólido en ese sentido.
Lo malo y lo feo:
La reducción del presupuesto de seguridad para el año 2021. Incomprensible. A pesar de que la percepción de inseguridad sigue siendo tan alta, de que con casi 50 muertes violentas por cada 100.000 habitantes Cali sigue siendo la ciudad más insegura de Colombia y con el desafío de estar en medio de un corredor del narcotráfico internacional, el presupuesto para el año 2021, aprobado en el pasado mes de noviembre, incluyó una reducción del 20% de los recursos destinados a la lucha contra el crimen y la seguridad.
El crédito de $650.000 millones. Lo paradójico de este asunto es que casi todos los sectores políticos y económicos de la ciudad estaban de acuerdo con la necesidad de endeudarse nuevamente. Con el golpe financiero producto de la pandemia y de la baja del recaudo tributario, era necesario asegurar recursos desde otras fuentes. Sin embargo, el alcalde optó por la confrontación y sacó adelante este proyecto de endeudamiento sin que a hoy sea claro en qué se destinarán estos recursos. Fue un espectáculo innecesario, desgastante y donde perdió la transparencia.
Los sobrecostos de los mercados entregados durante la cuarentena nacional y la posterior sanción a la secretaria de Bienestar Social. Esto no merece muchas líneas. Impresentable y desafortunado.
Sin embargo, faltan tres años de gobierno y lo peor que podría ocurrir es que a Jorge Iván Ospina le vaya mal. Quizás sea necesario que mejore su relación con la opinión pública, en especial con los sectores críticos. En últimas, puede dejar un inmenso legado en obras, pero dejar a una ciudad dividida y resquebrajada por la contienda política permanente en la que vive el alcalde sería inoportuno, innecesario y nefasto para construir esa necesaria visión común de ciudad que necesitamos para que Cali despegue.
PD. Alguien me puede decir que la oposición tiene que dejar la criticadera. Pero no olvidemos que Ospina tiene una investidura que solamente tiene un ciudadano y es la de alcalde de Cali, representante de los intereses y de la unidad de todos los caleños. Su comportamiento, vocabulario y conducta frente a los opositores es un deber institucional.
Comentarios