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La fuente de los deseos

En 1918 el mundo se hallaba saliendo de una guerra y entrando en una pandemia, que en sus primeros seis meses mató a mas de cinco millones de personas en el mundo. Para hacerse una proporción, en el mismo tiempo mató 25 veces más personas que la actual pandemia del coronavirus. El mundo tomó algunas medidas, pero mucho menos coordinadas y sin el despliegue de información que hoy tenemos. Con el virus surgido a finales del año pasado, el mundo tuvo que reconocer que no se preparó para enfrentar una amenaza biológica potencialmente desestabilizadora. De haberlo hecho, quizás hoy no estaríamos viviendo las contingencias mayúsculas que la mayoría de los países han debido implementar.  Cerrar países se convirtió en la solución para detener un ritmo de contagios explosivo que ha caracterizado a este nuevo coronavirus. En algunos países como España o Italia las medidas se tomaron cuando la amenaza había tomado fuerza y en países como Colombia se tomaron temprano, reduciendo la veloci...

¿El capitalismo en su laberinto?

No es la primera crisis del sistema. Guerras, recesiones o terrorismo, uno podría poner en los últimos 120 años una cesta de situaciones que hicieron tambalear al capitalismo y son variadas, unas más graves que otras, pero sin duda unas pruebas de fuego. Las guerras mundiales dejaron 70 millones de muertes, arrasaron países enteros, destruyeron capitales físicos valiosos y empujaron a la pobreza a cientos de millones de personas. Difícilmente habrá en la historia humana un evento más mortífero y difícil, sin embargo el sistema salió fortalecido.  Durante la Guerra Fría, los promotores del capitalismo precipitaron reformas en distintos países y mostraron al mundo un modelo basado en el crecimiento económico, en la libertad económica y en entender el mundo como la interacción entre dos fuerzas, la oferta y la demanda. Lo cierto es que ni las guerras, ni la recesión de 1929, ni la crisis de los precios del petróleo, ni siquiera la presencia de la Unión Soviética durante la mayor pa...

El día después

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Avenue Jean Médecin, Nice, France. Tomada en noviembre de 2019. Cada 31 de diciembre solemos poner sobre la mesa una serie de propósitos e intenciones de cambio. Algunos clásicos como hacer dieta, viajar a un lugar anhelado o ir al gimnasio, pero en general todos con una intención de hacer el año nuevo uno, además, mejor. Implícito va el cambio. Un ritual que no falla y que, en cualquier idioma o cultura que comparte esta tradición, tiene unas implicaciones notables en la mente de las personas, supone un balance de lo corrido, pero también un propósito para lo que viene. El cambio es inherente a la condición humana. Hemos cambiado la forma en que vivimos, en que producimos, en que nos relacionamos, en que entendemos el mundo e incluso ese cambio se ve reflejado en el entorno, en el ambiente y hasta en los hábitos.  No obstante lo anterior, los cambios sociales han tomado tiempo. No dejamos de ser nómadas para volvernos sedentarios en una noche, así como no fundamos ciu...

Estado en ciernes

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Cada cuatro años, el primero de enero, llegan los nuevos gobiernos locales y regionales. A diferencia de la inauguración de los gobiernos nacionales, que suelen ser en agosto, en Colombia las administraciones locales inician un 1 de enero y terminan un 31 de diciembre, cuatro año después. En principio, esto pareciera que no tiene ninguna trascendencia. Y no debería tenerla, porque en la práctica es sólo un cambio de administradores públicos, no debería por qué detener o afectar los servicios públicos. Sin embargo, poco a poco asistimos a una realidad que amerita un análisis: con los cambios de gobierno, se afectan los servicios y trámites que prestan las administraciones y se pasan uno, dos y hasta tres meses con un Estado en lo local funcionando a media marcha.  Para comprender esta situación, conviene tener presente que el Estado ha definido un principio legal que regula el gasto público: el principio de la anualidad. Todo gasto y proyecto, en general, debe desarrollar...

Una patria pequeñita

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Palau de la Generalitat, en Barcelona (España) tomada por el autor el 12 de noviembre de 2019 Me atreveré a escribir sobre el conflicto catalán, estando a 10 horas de España en avión, luego de unos tres años estudiando el fenómeno y tras haber pasado algunos días en un pueblo profundamente independentista en la Costa del Maresme, en Cataluña. Y cuando digo que es independentista, hablo de un pueblo en el que el 80% de sus votantes eligen partidos de izquierda separatista y en donde afanosamente buscan los 72 votos que salieron depositados por el partido fascista Vox. No será fácil, pero intentaremos reflexionar en torno a uno de los conflictos políticos más mediáticos y complejos que ha vivido España en 40 años de democracia. Comencemos por establecer que Cataluña, con algo más de siete millones de habitantes, es la comunidad autónoma más industrializada de España y representa algo así como una quinta parte del PIB español. Excepto Madrid, que es el epicentro de servicios...

El poder incómodo

Un abrebocas Colombia ha sido un país de huelgas y paros en el último siglo, pero no ha sido un país de movimientos populares con alta incidencia política. Y aquellos movimientos con alguna clase de motivación política terminaron en sucesos violentos y de ingrata recordación: Marquetalia y luego las elecciones de abril de 1970, que dieron vida al fatídico M-19. Por lo general, las huelgas en Colombia han obedecido a grupos de interés muy específicos, como el paro indígena, el paro agrario o el paro camionero, que impactaron a la economía pero poco o ningún cambio sustancial generaron en el contrato social. Quizás la violencia, la confrontación armada y una inexplicablemente estable democracia han mantenido a los colombianos sumidos en la docilidad, en esa extraña sensación de creer que cualquier levantamiento popular es por definición inconveniente y peligroso. Ese rasgo conservador de la Colombia urbana ha hecho que el cambio social sea a menudo lento y se perciba en el am...

El muro de Duque

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Donald Trump ganó en 2016 prometiendo al electorado más conservador de los Estados Unidos que construiría un muro a lo largo de la frontera sur para frenar la entrada de inmigrantes ilegales provenientes de México y de los países centroamericanos. Build The Wall fue quizás el mensaje más demoledor que logró que el electorado adoptara. El muro se volvió en un escenario común en el discurso del candidato y ha seguido siendo el mensaje del ahora presidente para mantener alineado a su electorado. Sólo hay un problema: no es más que un artilugio muy efectivo de propaganda política e ideológica, pero con poca utilidad práctica. Trump logró convencer al elector más conservador de los Estados Unidos que el problema es que los inmigrantes ilegales son un peligro para la seguridad nacional y que en la frontera sur hay una verdadera crisis. No importa que los datos sugieran lo contrario: que los delitos cometidos por inmigrantes son marginales y que año tras año se reduce el número de pe...