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Mostrando entradas de agosto, 2011

Cargas impuestas

En el siglo XVIII el francés Barón de Holbach tenía una muy elocuente descripción de la eterna discusión sobre la tributación: " ¿Qué confianza puede tenerse ni qué protección encontrarse en leyes que dan lugar a trampas y enredos interminables, que arruinan a los pleiteantes, engordan a los curiales y facilitan a los Gobiernos el cargar impuestos y derechos sobre las disensiones y pleitos eternos de sus súbditos?"; y es que son pocos los países que han desarrollado sistemas tributarios eficientes por un lado y promotores de la equidad por el otro. En un contexto global, en los Estados Unidos la tesis neo-conservadora de liberar de cargas tributarias a los más ricos pronto engendró un ser despreciable: mientras las grandes fortunas pagan muy por debajo de sus posibilidades reales -cerca del 15% de sus rentas-, un empleado de estos grupos empresariales pueden pagar el 35% de sus rentas a las arcas del Gobierno en un evidente gesto de desigualdad por su parte. Claro, la filo

La importancia de lo local

Se aproximan las elecciones regionales y aparecen en escena los engranajes con que el sistema político colombiano opera en la esfera local. Rara vez, excepto para las elecciones del Alcalde Mayor de Bogotá, las elecciones locales despiertan demasiado entusiasmo entre la opinión pública. Quizás esa ausencia de entusiasmo radica en una histórica percepción que asume a los gobiernos locales como menores de edad sin capacidad de incidir en las condiciones socioeconómicas de su comunidad o como entidades subyugadas al orden nacional. No obstante, lo curioso del asunto está en que los municipios y entes territoriales fueron concebidos como instrumento para aumentar la eficacia prestacional de un Estado que no lo consigue todo ni puede hacerlo así fuera su noble propósito. En el debate de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá emergió anoche un concepto interesante: las ciudades deben ser competitivas para procurarse un crecimiento económico elevado y sostenido, con repercusiones en el merc

De plazos y urgencias

El famoso economista británico John M. Keynes se hizo célebre, entre otras cosas, por recordar que el largo plazo se volvió una guía engañosa para los asuntos actuales. La mayoría de los economistas ortodoxos optaron por ponérsela muy fácil, tan fácil que a ratos su tarea parece inútil, como que en temporadas tempestuosas lo único que pueden decir es que después de la tormenta el mar vuelve a la calma. La muestra es que las causas de la pobreza y de la desigualdad no han sido reveladas por la economía como disciplina y más bien hemos asistido a un espectacular juego de axiomas. Basta recordar los cursos de microeconomía y macroeconomía, en que los conceptos de corto plazo y largo plazo aparecen con notable frecuencia para explicar respuestas a situaciones hipotéticas: en un modelo de economía competitiva, en el corto plazo las empresas enfrentan costos fijos y variables y en el largo plazo los beneficios atraen más competidores que progresivamente disminuyen el atractivo del otrora ren

El riesgo es el extremo

Con gran efecto en los medios la agencia calificadora S&P rebajó la calificación de riesgo de los títulos de deuda de los Estados Unidos y la reacción no pudo ser otra: euforia, revanchismos ideológicos y políticos y un mar de incertidumbre sobre el avenir de la turbulenta economía mundial que, se quiera o no, tiene su núcleo duro en el mundo desarrollado y no en las economías emergentes, por vigorosas y prometedoras que sean. Sin embargo es notorio que las mismas agencias que hoy castigan a los Estados Unidos y ponen sus ojos sobre otras economías relevantes como las europeas, hace unos años respaldaban títulos 'tóxicos' de créditos hipotecarios impagables de los consumidores estadounidenses que no resistieron las altas tasas de interés de sus deudas. Las agencias fueron importantes asistentes a esa fiesta de excesos de los mercados y gobiernos en que se patrocinó la acumulación de beneficios en el corto plazo y un peligroso cúmulo de riesgos de largo plazo que hoy recuerd

Desafío mundial

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Poco se ha de parecer la Colombia de hoy a la que hace treinta años rehusó la realización de la Copa Mundial de la FIFA. El país que en 1982 recibió la asignación del evento deportivo más importante del mundo era uno bastante atrasado, con infraestructura precaria, con grandes brotes de insurgencia y narcotráfico que se apropiaba de la política y, evidentemente, una nación mucho más pobre. Como gran presagio de lo que ocurriría unos meses antes de la realización del Mundial -Toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero-, que se llevó finalmente a cabo en México, los colombianos declinaron la realización de un evento que posiblemente hubiera desbordado sus capacidades o, peor aún, hubiera sido un reto interesante de modernizarse. Eso ya nunca lo sabremos. El Mundial, al igual que los Juegos Olímpicos, ha sido un elemento que ha permitido a los países que los albergan madurar su infraestructura y consolidarse económicamente. La inversión en estadios se acompaña de construcción o