Asignaturas pendientes

Cali pasa por un momento impensable en años anteriores. No es para menos, desde finales del siglo pasado ha habido una seguidilla de administraciones aprehendidas por la corrupción, la negligencia y la desidia del electorado, a menudo dispuesto a ponerle precio a su voto. La intervención del Gobierno Nacional a Emcali, la captura de la ciudad por parte de bandas criminales y de grupos armados ilegales, el deterioro urbanístico y la pésima gestión financiera del municipio que lo puso al borde la bancarrota, fueron síntomas elocuentes de una crisis que se manifestaba y que, de hecho, aún se manifiesta. A nivel departamental la cosa no era tan diferente, recordemos que en hace poco me refería a la crisis del Valle que se veía reflejada en una desaceleración de la tendencia de crecimiento de su economía, sumada a la inestabilidad política manifiesta en la región: 10 gobernadores en menos de 13 años, cuando lo normal hubiera sido la mitad de esa cifra y que ninguno hubiese sido destituido por investigaciones de corrupción, vínculos con la mafia, entre otros y que, ante todo, reflejaran la voluntad de los vallecaucanos. La realidad mostró que el Gobierno Nacional tuvo que poner a 7 gobernadores, mientras que 3 de los elegidos fueron destituidos. En suma, es apenas normal que la región estuviera en una profunda crisis.

Sin embargo, especialmente en el marco de la Cumbre de la Alianza del Pacífico que tendrá lugar esta semana en Cali, pareciera que el ambiente ha cambiado. Por primera vez en muchos años, la capital vallecaucana figura en los medios por el hecho de acoger uno de los eventos más importantes del año, donde se perfeccionará la intención de las economías más importantes del Pacífico latinoamericano de unirse y crear un bloque con un potencial de 207 millones de consumidores y el 35% del PIB regional. Días antes se había inaugurado la obra de infraestructura más relevante de la historia reciente, quizás equiparable al MIO, que cambió la fisonomía del centro de la ciudad y que supone un nuevo paradigma para la movilidad urbana. En síntesis, sí, hay nuevos aires para la capital del Valle y eso debe ser motivo de entusiasmo y optimismo entre quienes hemos decidido permanecer en ella y elegirla nuestro hogar. No obstante, no podemos desconocer que Colombia ha estado indudablemente marcada por años de conflicto e inestabilidad. No hay ciudad colombiana que haya podido salir airosa totalmente del estigma de ser considerados un país con un pie en el fracaso. Sin embargo, las iniciativas cívicas en Medellín, Barranquilla y Bogotá ha permitido que en medio de la adversidad se erijan como capitales notables en la región. Cartagena es un caso que merecería un estudio aparte, porque a pesar de su rancia dirigencia local ha logrado permanecer como epicentro turístico y cultural del Caribe.

Pero en Cali el análisis se complicaba: durante años tuvo una dirigencia notable, una perspectiva envidiable y no muchos dudaban en augurarle un brillante futuro. Sin embargo desde los años 1990 y hasta nuestros días, el deterioro de sus entornos, más bien generosos con la ilegalidad, la han sumido en una crisis. Evidencio como primer y gran determinante de esta calamitosa situación una sostenida salida de talento humano hacia otras regiones e incluso países -sí, un problema de migración de mano de obra cualificada- que dejó vacíos, por un lado, en la dirigencia política, que pronto fue capturada por la clase política tradicional, cazadora de rentas y vinculada a las prácticas más oscuras; pero por otro lado, este fenómeno llenó de incertidumbre a una clase empresarial que en algunos casos prefirió abstraerse de la escena política o, incluso, asentarse en otras regiones. Con un correlato presunto, aparecieron en escena los grupos criminales de todas las tendencias que han ocupado los flancos más débiles de la ciudad y han presionado al alza los índices de homicidios y delincuencia en buena parte de sus comunas.

¿Cuáles son las tareas pendientes entonces?, Cali necesita obras de infraestructura que la doten de un capital esencial para atraer inversión, mejorar la productividad y la calidad de vida de sus habitantes; en ese sentido, es indispensable que en el horizonte se consideren iniciativas tanto o más ambiciosas que el túnel de la Avenida Colombia, que representa lo que se debe hacer. No podemos esperar a que los problemas estén absorbiendo la poca capacidad de respuesta de los gobiernos locales cuando pueden ser previstos y evitados con iniciativas como un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial que integre a la ciudad y optimice el uso de sus espacios. La infraestructura, sin dudas, aunque viene bien en los últimos años, sigue siendo un tema pendiente en la agenda pública y política: modernizar redes de servicios, apostarle a más y mejores vías y generar espacios multi-modales de movilidad. Esto supone esfuerzos desde los diferentes niveles del Estado, lo que incluye pensar a futuro en una red de transporte moderna para la ciudad- región, pensando en su integración con el puerto de Buenaventura con ferrocarril y carreteras rápidas, modernas y seguras, así como con el resto del país. 

El otro aspecto relevante es mejorar y aumentar las posibilidades de formación superior en las universidades de la región. Cali y la región avanzarán en la medida en que la calidad de la educación y la cobertura sea más amplia: no basta con llevar a una cobertura universal de la educación básica y media porque es necesario apostarle por la calidad, por el descubrimiento de talentos y, lo más importante, la generación de espacios para aprovecharlos. Hoy día, Cali es un escenario aún limitado para el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la innovación y el emprendimiento y esas barreras pueden empezar a vencerse de la mano de las universidades de la región, que deben esforzarse coordinadamente con los diferentes estamentos de la sociedad para lograr que ningún joven pierda la oportunidad de acceder a una educación superior de calidad y, lo más importante, que aquellos talentos prodigiosos quieran y sientan incentivos para quedarse en Cali, donde deben ver proyección y futuro. Esto sumado a que aún hay un gran recurso humano que sigue cayendo en manos de la delincuencia, ante una sociedad fragmentada que excluye y cierra oportunidades. 

Pero hay que celebrar que poco a poco el liderazgo de la ciudad vuelve a manos de personas idóneas y que día a día este fenómeno irá consolidándose. Los buenos procesos toman tiempo y seguramente aún las buenas cosas que ocurren parecieran ser momentáneas. No obstante, el capital social que está en función de la confianza debe ser una prioridad de todos los sectores que estamos involucrados directa o indirectamente con el desarrollo local. No es posible construir nación sin primero edificar a nuestra región y eso implica coger esas asignaturas pendientes y dejarlas al día.

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