Paz, cálmense
La reacción de dos expresidentes hacia el proceso de diálogos con las FARC ha sido insólita y, más aún, inédita. Por un lado está la extrema derecha colombiana, alineada con las ideas materializadas en Álvaro Uribe y por el otro están los más liberales que no dudan en respaldar el proceso de negociación con la mayor guerrilla del país. Cabe pensar que la intervención de Pastrana y Uribe obedece más a un incesante deseo de figuración pública con miras a los próximos dos años electorales en Colombia. Es claro que el proceso de negociación siempre implicará imponer y ceder ante una parte con la cual hay alguna confrontación o una necesidad de conciliar posiciones y eso no tiene por qué satisfacer a toda la opinión pública. Muchos quisiéramos ver a los delincuentes de las FARC tras las rejas o abatidos por el fuego del Estado y no en La Habana con cierto manto diplomático. Pero hay que ver cuál es el escenario y por qué, aunque no es esa situación que más desearíamos, el proceso de negoci