De la ignorancia y otros demonios
La ignorancia ha sido históricamente un negocio rentable -quizás si yo fuese ya un empresario no tendría dudas de eso y posiblemente aprovecharía esos vacíos intelectuales de los consumidores-, no obstante hace un buen rato no veía tal provecho comercial de un fenómeno mediático que ya trasciende culturas, nacionalidades y que peligrosamente están empleando fanáticos religiosos y científicos sintéticos para ganar espacios en la coyuntura. Desde que recordaron que el calendario Maya termina el 21 de diciembre de 2012, por una razón que la ciencia no puede pretender entender dada la intempestiva desaparición de esa cultura -equivale a que el hombre moderno nunca sabrá por qué la Biblia termina en Apocalípsis y no en un Evangelio-, la explotación de la idea que sugiere que esa fecha es el fin de los tiempos cayó como la oportunidad que cada cierto periodo se presenta de generar unas utilidades que sólo se pueden sacar del pánico casi mórbido del público. ¿Recuerdan los últimos años del s