Sana transición
En las pasadas elecciones muchos votaron con un convencimiento íntimo de que su candidato lograría imposibles. Por un lado algunos votaron porque pensaron que Mockus haría de Colombia, un país propenso a la trampa y el delito, un país transparente y otros que Santos, el delfín y adalid del presidente Uribe, sería una replica exacta de él. Quizás ciertos fanáticos pensaron que elegir a Santos correspondía a la forma de llevar a Uribe a su tercer gobierno pero en cuerpo ajeno. Cuestión de trámite, dirían algunos. Ese pecadillo de ingenuidad se le perdona al elector de a pie, el elector que muchas veces decide en función de la imagen por encima del criterio personal y de la apuesta programática de los candidatos. Pero es un error imperdonable para quienes en sus letras piensan por sus lectores informados y desprevenidos, último grupo más peligroso por lo dúctil. Empecemos por analizar las coyunturas que enfrentan el hoy saliente presidente Uribe y el entrante presidente Santos. Si con una