Entornos generosos
La anterior campaña presidencial en Colombia estuvo particularmente atada a la discusión en torno a la corrupción como uno de los grandes determinantes del rezago social y económico de la nación. Cual canto gregoriano, la lucha contra la corrupción asumió un imperativo casi moral que muchos entendieron como un paso sine qua non e imperativo para superar buena parte de las perturbaciones que hoy afronta Colombia. Ciertamente una discusión vital. Algunos cálculos estiman que cerca de 4 billones de pesos, algo así como el 1% del PIB colombiano, se van en contratos ilegales, sobornos y asaltos al erario público por parte de funcionarios del Estado. Llama la atención que regiones muy ricas por tener bajo sus suelos las mayores reservas petroleras hoy sean las más atrasadas, no obstante las ganancias que les quedan permiten intuir que deberían ostentar mayores niveles de desarrollo. El caso de las regalías petroleras expone con particular precisión el drama de la corrupción en Colombia. Si