El sol que no brilló más
De sde el pasado 12 de enero parece que el sol, aquel compañero inocultable de las islas del Caribe, hubiera dejado de brillar para Haití. El feroz terremoto destruyó lo poco que hacía de Haití un estado, sus instituciones, y lo sumió en el peor de los mundos: de frente a la miseria y, pareciera, a las espaldas de la Comunidad Internacional. No hubo, contrario a lo que un observador desprevenido pensaría, un antes y un después para los haitianos; el terremoto puso sobre la mesa a una nación roída desde sus propias entrañas, a una nación inestable, inviable como proyecto de Estado e incapaz de proveer a sus propios ciudadanos de los mínimos universales de bienestar. Si Haití estaba cerca del infierno, hoy lleva 10 meses entre sus llamas. El escenario haitiano es triste: el cólera amenaza a su población, mientras su gobierno apenas puede controlar las funciones esenciales de la administración pública, la pobreza corroe las pocas esperanzas existentes y, aunque prometida, la ayuda interna