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Mostrando entradas de junio, 2010

Entornos generosos

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La anterior campaña presidencial en Colombia estuvo particularmente atada a la discusión en torno a la corrupción como uno de los grandes determinantes del rezago social y económico de la nación. Cual canto gregoriano, la lucha contra la corrupción asumió un imperativo casi moral que muchos entendieron como un paso sine qua non e imperativo para superar buena parte de las perturbaciones que hoy afronta Colombia. Ciertamente una discusión vital. Algunos cálculos estiman que cerca de 4 billones de pesos, algo así como el 1% del PIB colombiano, se van en contratos ilegales, sobornos y asaltos al erario público por parte de funcionarios del Estado. Llama la atención que regiones muy ricas por tener bajo sus suelos las mayores reservas petroleras hoy sean las más atrasadas, no obstante las ganancias que les quedan permiten intuir que deberían ostentar mayores niveles de desarrollo. El caso de las regalías petroleras expone con particular precisión el drama de la corrupción en Colombia. Si

La ciudad que no existe

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Sin duda que al hablar de Bogotá se refiere a algo más que una ciudad y hablar de la movilidad en la capital colombiana es referirse a uno de los desafíos más grandes que hoy convoca al Gobierno Nacional, al Gobierno del Distrito Capital, a la Universidad de los Andes y a la Universidad Nacional de Colombia, las dos instituciones de educación superior más importantes del país. Es tal la importancia del tema que el actual alcalde obtuvo la mayor votación en la historia de los comicios regionales en Colombia -más de 1 millón de sufragios- al proponer una alternativa de transporte público que proscribiera buena parte de las carencias que en movilidad urbana presenta la ciudad más grande de la región Andina: la construcción del sistema ferroviaria metropolitano. ¿Cuál es, antes de avanzar, el contexto que se tiene en cuenta?, evidentemente el primero y el más popular es que Bogotá es la única ciudad de su categoría en el mundo que no cuenta con un sistema de transporte ferroviario urbano y

Todo o nada

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CALI- Como buen jugador de poker, el presidente electo de Colombia ha planteado una meta ambiciosa que de conseguirla podría hacerlo ni más ni menos que el presidente más exitoso de la Historia Nacional o bien podría pasar a formar parte de los tristemente célebres hacedores de grandes fracasos. Una apuesta osada pero conveniente. A pesar que explícitamente Santos aprueba y adopta las políticas de su antecesor, Álvaro Uribe, es plausible pensar que muy temprano el nuevo gobierno se percatará de la inevitable decisión de deslindarse en lo que a las políticas sociales se refiere. Es claro que Uribe tuvo éxitos en replantear la configuración de una nación en riesgo permanente de guerra civil producto de ejércitos rebeldes que al mejor estilo africano amenazaban con deponer a un Estado disfuncional pero democrático hacia una nación más pacífica pero no menos exenta de responsabilidades en políticas de paz, así como tuvo éxitos en robustecer la economía, acentuar la apertura económica y pro

Llegó el día, llegó

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CALI- Como era previsible desde el pasado 30 de mayo, Juan Manuel Santos fue elegido presidente de la Repúblia con una votación en lo absoluto despreciable que ahogó los gritos que pretendían des- legitimar los comicios ante una abstención que rondó el 56% del potencial electoral de Colombia. Hoy hay, al menos, 9 millones de ciudadanos satisfechos calificados y otros descalificados por la furia de algunos seguidores de la campaña rival que no dudó en poner mancha sin piedad sobre la reputación de quienes vieron en Santos a una opción más ajustada a sus preferencias; pero aunque se quiera o no, finalmente será el nuevo presidente Santos quien gobierne no sólo a su electorado sino a quienes votaron por otros candidatos o ni siquiera sufragaron. Mezquino es no aceptarlo. Es tristemente célebre Andrés López Obrador, en México, quien durante un mes negó los resultados electorales desfavorables para él y se hizo investir presidente por sus seguidores, cuando en el Congreso investían legalmen

Mi decisión

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No había querido referirme a mi clara preferencia por el candidato presidencial del Partido de la U, en parte como auto censura ante los insistentes ataques a la ética y la moral de quienes defendemos a Santos Calderón como el mejor prospecto para orientar al Gobierno de Colombia en los próximos cuatro años por parte de aquellos enfundados en el arma de la transparencia, de los principios de la legalidad y de los fundamentos morales humanos. Bajo ningún precepto diré palabra contra la campaña de Antanas Mockus porque haya puesto en la escena de lo público la imperiosa necesidad de recuperar los verdaderos principios de la ciudadanía en una sociedad como la colombiana que asume cada vez posturas más preocupantes de ilegalidad y ausencia de autoridad. Admiro a Mockus y realmente, lo confieso, en su momento consideré que si Santos, mi primera opción, perdía la elección ante él Colombia quedaría segura en las manos del Partido Verde. En primera parte porque no hay una diferencia profunda y

Consumidor electoral

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Desde las teorías de la elección social, muy normativas e infortunadamente carentes de práctica, se sugiere que el voto es un mecanismo de revelación de preferencias en un contexto en el que la información presenta perturbaciones que la hacen incompleta y asimétrica. Así que el voto, ante la incapacidad de reflejar las preferencias individuales en una sola función de preferencia social, aparece como el mecanismo más próximo para construir el bienestar social. Se podría agregar que el voto es una unidad de cambio y una unidad de cuenta, como el dinero. De cambio porque sirve para que un elector entregue su voto decisorio a cambio de una propuesta programática que satisfaga sus preferencias -lo que lo hace un consumidor electoral - y también es unidad de cuenta porque socialmente sólo valdrá aquella propuesta que haya recibido el mayor número de votos luego de la respectiva sumatoria de éstos -como un bien y servicio que tiene mayor aceptación en un mercado-. Análogamente, si un votante

Una ciudad en tensión

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"El ejemplo más horrible del fanatismo que ofrece la historia fue el que dieron los habitantes de París la noche de San Bartolomé, destrozando, asesinando y arrojando por las ventanas a sus conciudadanos que no iban a misa" El relato pertenece a Voltaire. Describe aquella trágica noche de agosto de 1572 cuando la ciudad de París fue una carnicería, la mayor antes de la época del terror del comité de salud pública que al mando de Robespierre y el radical ami du peuple Marat logró ejecutar a cerca de 300 mil franceses contrarrevolucionarios, pero mayoritariamente inocentes que el único pecado que cometieron fue rechazar el purismo moral de los líderes de la Francia preimperial, más por sus métodos que por sus ideas, y que por ello sin rechazar a la Revolución y su éxito jamás se adhirieron a ella. Y quizás cuando pensaron en hacerlo, una cuchilla caía vertiginosamente sobre sus nucas para eliminar un riesgo más de contrarrevolución. Pero el capítulo negro que pretendo relatar n

Con toda seguridad

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Revisando como de costumbre el material que llega a mi cuenta de correo, encontré una nota en prestigiosa publicación sobre un estudio realizado por la Universidad Icesi de Cali que sugiere que el comportamiento de la criminalidad en Colombia, concretamente los homicidios, están relacionados de forma directa con el crecimiento económico. Una de las conclusiones, al parecer más del periodista que de los investigadores, es que la política de seguridad democrática de los últimos dos gobiernos en nada han contribuido con el comportamiento de la criminalidad en Colombia. Hay que partir del hecho que Colombia siempre ha sido un país violento antes de cualquier referencia al artículo. Hasta la década de 1980 la mayor parte de los crímenes cometidos en el territorio estaban asociados a la polarización política que se fraguaba en el campo con la composición acelerada de movimientos subversivos y anti-subversivos y la politización de la fuerza pública, como se demostró durante los momentos prev

Recato y responsabilidad

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El uso potencial de toda política fiscal es la promoción del crecimiento, el combate contra la pobreza y la desigualdad, y la fijación de una primera piedra en la consolidación democrática, quizás a través del mecanismo de provisión óptima de bienes públicos. Una de las consecuencias de las políticas fiscales expansivas es el crecimiento acelerado de los déficit de los gobiernos, que generalmente intervienen de forma intensiva en presencia de ciclos económicos depresivos de influencia negativa sobre el gasto privado. No obstante en un contexto dominado por la globalización e influencia de los mercados financieros las medidas de gasto público deben ser desmontadas tan pronto es superado el periodo recesivo de la economía en el momento preciso, ni antes para evitar que colapse de nuevo el aparato productivo ante su incapacidad de crear empleo por sus propios medios, ni después, so riesgo de generar desconfianza en los mercados y plantear una crisis de pánico generalizado con efectos dist