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Tarragona y el río

A Cali le estaban quitando espacio público para provecho de privados y no nos estábamos dando cuenta. Agravado por un error del gobierno local, que ya se había cometido en 2016 pero que fue rápidamente enmendado, un predio que hace parte de la estructura ecológica del río Cali estuvo a punto de pasar a ser parte de un gran proyecto de vivienda denominado Tarragona. A grandes rasgos, la Alcaldía conceptuó que el predio es de uso mixto, lo que llevó a hacer una investigación desde el Concejo para identificar que, a lo largo de casi cincuenta años, ese predio ha sido una zona verde, aunque con algunas irregularidades en su venta que no logró detectar el comprador en su momento. Lo cierto es que una zona verde es por definición pública y ese principio estuvo muy próximo a ser omitido. Es inevitable, en razón de los desplazamientos por cuenta del conflicto, que las dinámicas de poblamiento de las ciudades colombianas esté mediado por una difusa asignación y protección de los derechos de pro

Lo bueno, lo malo y lo feo

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Se termina el primer año de la segunda administración de Jorge Iván Ospina y, si normalmente en el primer año uno no puede hacer juicios hondos sobre la gestión de un gobernante, se pueden identificar algunos patrones que definen el estilo, prioridades y discurso de un gobierno que, en este caso, está fuertemente marcado por una coyuntura inesperada como lo es una pandemia que finalmente ha golpeado a Cali en todos los frentes, pero particularmente en el económico se han hecho sentir sus efectos. Ciertamente, este ha sido un gobierno mediático, orientado según el carácter impulsivo del alcalde, que desde el primer día de gestión no ha dejado de generar debate, opinión y noticia.  Lo primero que hay que tener en cuenta es que la ciudad que recibió Ospina hace un año es distinta a la que hoy gobierna, no tanto por sus realizaciones u obras, que es normal que no se vean aún en el primer año, pero sí por la coyuntura. En apenas un año la ciudad pasó de tener una dinámica y una realidad alg

Números rojos

Recientemente, en su cuenta de Twitter la alcaldesa de Bogotá expresaba que lo importante ahora es la salud y la vida. Nadie en sano juicio diría lo contrario o se atrevería a cuestionarla. Sin embargo, cierra su mensaje con una sentencia: lo material se recupera. Eso también es cierto, lo material se recupera. Quizás el asunto es que no sabemos en cuánto ni a qué costo. Pero más allá de esa aseveración de la alcaldesa, queda en el ambiente que lo económico es simplemente un asunto de producir bienes y servicios. Es una maquinita que produce cosas que se venden y compran, pero que si se apaga hoy, se puede encender mañana o en un mes. Esa visión simplista de la economía es, cuando menos, cuestionable, pues no toma en consideración lo que alrededor de la vida productiva se gesta: proyectos personales, salud mental y, en no pocos casos, afianza la convivencia y la seguridad. La pobreza es uno de los grandes flagelos de la humanidad y, estamos seguros, no se limita a una carencia material

Reactivación: un asunto de jóvenes y mujeres

La pandemia nos ha propinado un golpe durísimo. Ha cambiado las perspectivas, las prioridades en la agenda pública y hasta los temas del día han cambiado. Sin contar las medidas de los gobiernos, la pandemia por sí sola tenía la capacidad de impactar negativamente en las perspectivas y en la percepción del riesgo de los empresarios y consumidores. En marzo, cuando estalla la crisis en gran parte de Europa y América, el nerviosismo por una situación nueva, inédita para la mayoría e impredecible, hacía que las dinámicas económicas y sociales cambiaran. Muchos establecimientos comerciales cerraron antes de decretar cualquier cuarentena y la gente se encontraba sumida en la incertidumbre. Por supuesto, con las medidas gubernamentales, la parálisis se decretó y resultaba insensato pretender que no tuvieran impacto adicional en la economía. Seis meses después conocemos la gravedad de la pandemia un poco más y entendemos que, por razones que no son del interés ahora en esta tribuna, los escen

Sonajero de crisis

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Hace pocos días, un reconocida sección política de un diario local lanzó los nombres de posibles candidatos a la Alcaldía de Cali. Cada vez se madruga más en esto de las campañas electorales y, faltando tres años para las próximas elecciones locales, ya se ponen a sonar nombres. Algunos viejos conocidos en el tarjetón electoral, otros que no han recibido el trato justo en las urnas, pero no hay lugar a la duda que ser alcalde de Cali es el sueño de más de un político de la comarca. Algunos con más votos que con ideas revolucionarias. En tres años, quizás, estemos ya en un escenario más parecido al de las elecciones de 2019 que a este turbulento año 2020. Quizás ya tendremos algunas herramientas desde la medicina que hagan de la pandemia una amenaza significativamente menos peligrosa - o quizás en su tránsito natural, el virus deje de ser una amenaza-, pero seguiremos viviendo entre los efectos sociales y económicos de la peor crisis en 100 años. A tan solo tres meses de habe

El único disparo

La complejidad de los fenómenos sociales es un reto cuando se analizan decisiones de política pública. Por ejemplo, en los modelos que las definen generalmente nos concentramos en el comportamiento de una variable y restamos importancia a otras. La pandemia, por supuesto, es no sólo un fenómeno biológico complejo sino todo un asunto social, político y económico que trasciende a la órbita de la salud. Y las cuarentenas, que implementaron casi todos los países de Europa y América entre marzo y junio, han sido una parte esencial de la receta de políticas públicas para controlar esta amenaza a la salud humana. Las cuarentenas, indudablemente, en el modelo y en la realidad funcionan cuando nos concentramos en las muertes posibles. La supresión de la transmisión comunitaria del virus a través de mantener a la mayor parte de la población en sus casas y sin contacto entre las personas resultó eficaz, a juzgar por los números, y redujo la velocidad de los contagios. En el caso colombiano,

Un reflexión para la Cali de la pandemia

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Foto tomada de la página del Fondo de Adaptación. El 30 de diciembre pasado terminó una Feria de Cali que, como cada año, aglomeró a cientos de propios y visitantes. Al otro día la víspera del Año Nuevo y los deseos propios de esa ocasión. Sin duda nadie se imaginaba que tres meses después estaríamos entrando en la crisis social más aguda de nuestra historia reciente, originado por un extraño virus que empezó en una súper metrópoli china y que arrasó en países como España e Italia. No sólo no esperábamos una pandemia, sino que nadie estaba entrenado para enfrentar una. Cali entró en la turbulencia a finales de marzo y gran parte de los planes del año quedaron en tristes intenciones, la agenda pública cambió, las circunstancias nos obligaron a replantear prioridades y aquí vamos entre la incertidumbre y el ensayo y el error mirando cómo enfrentar el duro panorama. Sabemos que esto pasará, pero no sabemos cuándo. No me equivoco si digo que el mayor reto que está enfrentando la