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Mostrando entradas de noviembre, 2010

El sol que no brilló más

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De sde el pasado 12 de enero parece que el sol, aquel compañero inocultable de las islas del Caribe, hubiera dejado de brillar para Haití. El feroz terremoto destruyó lo poco que hacía de Haití un estado, sus instituciones, y lo sumió en el peor de los mundos: de frente a la miseria y, pareciera, a las espaldas de la Comunidad Internacional. No hubo, contrario a lo que un observador desprevenido pensaría, un antes y un después para los haitianos; el terremoto puso sobre la mesa a una nación roída desde sus propias entrañas, a una nación inestable, inviable como proyecto de Estado e incapaz de proveer a sus propios ciudadanos de los mínimos universales de bienestar. Si Haití estaba cerca del infierno, hoy lleva 10 meses entre sus llamas. El escenario haitiano es triste: el cólera amenaza a su población, mientras su gobierno apenas puede controlar las funciones esenciales de la administración pública, la pobreza corroe las pocas esperanzas existentes y, aunque prometida, la ayuda interna

De la S a la R

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El humor económico es bastante insípido. Ahora en las esferas de la economía mundial hace carrera un chiste que no será la excepción pero que describe bastante bien lo que ha acontecido en el complejo contexto económico global de las últimas semanas: "what's the difference between Iceland and Ireland? Answer: One letter and about six months" ; no es para menos. Bastó un semestre para que se pasara de la quiebra de la otrora próspera Islandia a causa de la ruptura de su sistema financiero a la necesidad de que la Unión Europea lanzara un plan de salvamento para Irlanda, cuyo nivel de endeudamiento se elevó de forma vertiginosa entre 2007 y 2009, en medio de la peor crisis económica en ocho décadas, a cerca del 66% de su PIB y un déficit que rebasa lo soportable para las autoridades económicas europeas: 12%. Irlanda fue un modelo ejemplar para el mundo occidental. Durante buena parte del siglo XX la República de Irlanda presentaba un penoso desempeño económico que apenas lo

País en peligro

En una valiosa reflexión, Alejandro Gaviria reconoce cómo los colombianos han virado de un fatalismo común en las últimas décadas del siglo pasado a una especie de armonía, si no parsimonia, en la forma como se concibe la mayor parte de los problemas que afronta Colombia; claro está, sin desconocer que el país de hoy es bastante diferente al que padecía una generación atrás pero muy debajo de las expectativas de país para las generaciones venideras. En el país subsisten amenazas sustanciales para su durabilidad y perdurabilidad como Estado. El narcotráfico, el crimen organizado, la corrupción y la ineficiencia aberrante del aparato estatal se erigen como fallos protuberantes de la sociedad colombiana que han incubado exclusión socio-económica y han cobrado su presencia con años perdidos de desarrollo. No en vano el índice de Estados Fallidos , publicado por Foreign Policy, pone a Colombia en un incómodo listado con 60 países cuya característica fundamental es que, si no han fracasado y

Un pulso por ganar: los cien días de Santos

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Tiene cierto matiz supersticioso, casi cabalístico. Los cien días de un gobierno, e incluso los últimos cien días de un mandato, tienen tal relevancia como el balance final mismo. Los cien días del Gobierno de Juan Manuel Santos han sido tan particularmente intensos y acogidos por la opinión pública que ha ocupado lugar de privilegio en editoriales de diarios de gran importancia y publicaciones; ha sido tal lo llamativo del actual Gobierno que Gustavo Petro, reconocido dirigente de izquierda, considera que Santos ha marcado un punto de inflexión en relación con lo vivido en el país durante los últimos ocho años. Y ciertamente Santos ha sorprendido, especialmente en los sectores moderados en que era visto como el típico representante de la clase dirigente, más bien mezquina si bien muy preparada. Santos se presentó como el heredero natural de la muy arraigada imagen del presidente Uribe, es decir, exponente de una continuidad que, buena o mala, ha sido de los afectos de la mayoría de lo

Señal de Alerta

Son pocos quienes quieren que los Estados Unidos no superen su debacle económica. En los mercados emergentes, especialmente, no sólo pretender la recuperación de la mayor economía del planeta es una apuesta: es una necesidad. Nadie duda que una economía fuerte en el coloso del norte traerá beneficios a los sectores exportadores del resto de países, teniendo en cuenta que aunque los Estados Unidos no constituyen el mercado demográficamente más grande, es el mercado más vigoroso a lo largo de la historia y su buena salud es, por así decirlo, la buena salud de la economía global. La compra de bonos por parte del Sistema de la Reserva Federal, FED, en las semanas anteriores, por un valor de 600 millardos de dólares -para hacerse la idea de su magnitud es aproximadamente dos veces el PIB de Colombia del año 2009-, inyectará tal cantidad de liquidez a la aún aletargada economía norteamericana que las preocupaciones empiezan a sentirse a lo largo del mundo económico. Por un lado está el análi

Metrópoli empantanada

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Es la principal economía de Colombia, absorbe la mayor parte de la industria más avanzada del país, concentra los mayores flujos de inversión extranjera directa y una población de cerca de siete millones de personas. Si fuera un país, Bogotá sería más relevante en el escenario geopolítico y económico latinoamericano que Uruguay, Bolivia y todos los países de la América Central. Aún así, Bogotá es lo que la lluvia hizo de ella esta semana, cuando en un día llovió como no pasaba desde 1973 y cuyo nivel de precipitación fue superior al de todo el esperado en el mes de noviembre: una metrópoli empantanada. Bogotá no está empantanada en vano. No está en un atasco y un rezago fruto solamente de la ingenuidad de su Alcalde Mayor, quien solamente está poniendo la cereza sobre el gran pastel de torpezas que presenciamos desde hace más de cinco décadas, cuando Bogotá rompió el cascarón de ciudad provincial, gris y meliflua. Porque que la lluvia hiciera colapsar el techo de una prestigiosa Univer

Cinismo y voluntad

BOGOTÁ- Tuve la oportunidad de asistir a un foro sobre restitución de tierras en la Universidad del Rosario y escuchar posiciones encontradas, unas convergentes y otras bien divergentes, sobre el proceso de devolución de las tierras arrebatadas a la sociedad civil rural en los años de la terrorífica contrarreforma agraria que emprendieron los actores del conflicto, ante la mirada pasiva y algo cínica del Estado y de la sociedad civil urbana. Uno de los apartes más llamativos fue el cierre, cuando uno de los panelistas concluyó que si bien la ley que actualmente el Gobierno tramita ante el Congreso y que tantas reacciones, algunas muy primarias, ha generado será muy costosa, será mucho más costoso mantener al país en las actuales condiciones. Y es que sin duda que el problema de la restitución de las tierras en Colombia radica quizás en algo característico de la clase dirigente colombiana, urbana y sofisticada, a lo largo de la historia: el cinismo. Intentaré justificar lo que digo. Una

El dilema de la universidad pública

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El tema de la financiación de las universidades públicas en Colombia presenta algunas discusiones que representan las divergencias que en torno al tema se tiene. Por una parte, quizás por razones obvias, los rectores y personas vinculadas a las universidades estatales promueven una educación superior pública basada en la autonomía, en la financiación proveniente de recursos gubernamentales y con fuertes subvenciones que hacen de la universidad pública un típico producto no mercantil. No compite con las privadas con precios, al menos. Por otro lado están quienes promueven la inmersión de la universidad pública en la competencia con las universidades privadas, desmontando subsidios y promoviendo el acceso a la educación superior estatal con un esquema basada en tarifas diferenciadas. Sin duda es una discusión fuerte. Por un lado el esquema imperante es muy cómodo para los estudiantes pero no es lo más sensato para el Estado que asume costos elevadísimos por la formación profesional y té