Hacia el Pacífico




Entró en vigencia el Acuerdo de la Alianza del Pacífico, que crea un mercado común entre los países más prósperos de América Latina en estos momentos de cerca de 200 millones de consumidores y crea un bloque que, si se consolida, podría ser uno de los más importantes centros de poder económico. Para hacerse la idea, Ciudad de México tiene un PIB similar al de Venezuela, mientras Bogotá tiene un PIB superior al de cada uno de los países del llamada Triángulo Norte de la América Central -Honduras, Nicaragua y Guatemala- y Uruguay. A su vez, cuenta con el país con el mayor ingreso per cápita -Chile-. La entrada en vigencia del acuerdo propone que el 92% de la oferta productiva del bloque quedarán libres de aranceles, lo que equivale a que estaremos en un mercado sin fronteras nacionales. Es, por supuesto, una gran noticia para los consumidores pero en el caso colombiano es una alerta importante. A propósito de la cumbre de gobernadores del Pacífico colombiano en Cali, conviene hacer unas reflexiones:

Mientras Chile, Perú y en menor proporción México cuentan con una visión más clara de su desarrollo hacia el Pacífico, Colombia encuentra un rezago muy importante que se traduce en precaria provisión de infraestructura, bajos índices de desarrollo humano y una estructura económica de baja complejidad. Como comparación, mientras Antofagasta, en Chile, cuenta con un ingreso per cápita superior a la media nacional chilena, con cerca de 37 mil dólares anuales, Buenaventura -de proporciones similares al puerto chileno-, debe tener el 60%-70% del PIB regional. Buenaventura es el caso más emblemático del rezago del Pacífico colombiano, sin embargo al extender el análisis a Nariño, Cauca y Chocó, el panorama es aún más desolador. Un departamento como el Cauca debe enviar sus productos hacia Buenaventura o hacia Tumaco para poder ser exportados, porque además que su oferta productiva es limitada no cuenta con infraestructura portuaria ni vial hacia el mar. 

Por supuesto, la pobreza y el abandono de municipios como Guapi y Timbiquí superan la media departamental, que ya es alta con relación a la media nacional o su vecino del norte, el Valle. Al situarse en la región Pacífica, las brechas intrarregionales son notables: si bien solo unos ríos separan al Cauca del Valle, las distancias en el plano económico y de desarrollo son considerables y suponen un reto, que se incrementa cuando se involucra al Chocó y a Nariño. Hecho este somero diagnóstico, ¿qué debe emprender Colombia para aprovechar el mercado común de la Alianza del Pacífico?

Por supuesto, la provisión de infraestructura es esencial. La inversión privada difícilmente se establecerá en regiones donde existen deficiencias logísticas y baja conectividad entre los centros productivos, los puertos y los centros de consumo. Y esto va más allá del tema vial y portuario: el rezago en materia de servicios públicos, logística para la educación, la salud y los servicios del Estado resulta esencial para promover entornos generosos para la competitividad y aprovechar las externalidades positivas de la inversión privada, así como para mejorar las condiciones de desarrollo humano de sus habitantes. Un acuerdo común entre el Gobierno Nacional y los gobiernos seccionales debe ser, por ejemplo, potenciar a las universidades públicas: más investigación, ampliación de cobertura, crecimiento del capital humano vía cualificación del cuerpo docente y regionalización. Desde el Gobierno y el Congreso urge que en las próximas reformas tributarias se dote de herramientas a las gobernaciones y asambleas departamentales para explorar nuevas fuentes de rentas para mejorar el financiamiento de las universidades estatales. 

En términos prácticos, hoy es indispensable que se actualice la infraestructura. A manera de ejemplo, va siendo tiempo que la línea ferroviaria a Buenaventura se trace nuevamente, se configure de trocha angosta a trocha estándar y se modernice para garantizar la rentabilidad, reducir los costos de transporte e impulsar el desarrollo del puerto vallecaucano. Una línea trazada en los últimos años del siglo XIX es indudable que exige una transformación y que no responde a las necesidades de un país que espera insertarse en un mercado que representa el 39% del PIB latinoamericano. Naturalmente, en Chocó, Nariño y Cauca existen necesidades de infraestructura históricas que deben atenderse de forma prioritaria en esta década. Esta es una condición para impulsar la transformación productiva y la modernización de la estructura económica regional.

Los beneficios del libre comercio se absorben cuando existe una capacidad logística y se construye gobernanza -asumámosla como una aproximación del buen gobierno- en donde la labor del Estado está orientada sobre la base de los principios de eficacia y eficiencia. En el proceso de descentralización del Estado colombiano, resulta imperativo que se otorguen a las gobernaciones facultades para enfocar la visión de desarrollo desde y hacia la región, con una clara proyección nacional e internacional. Esto implica, entre otros, que se modernicen y mejoren las fuentes de rentas de los departamentos y se delimiten mejor las competencias de los gobiernos locales, regionales y el Nacional. 

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