Sobre educación terciaria: más allá del titular



Con sorpresa leo en redes la indignación de muchos profesionales y estudiantes universitarios que han rechazado la propuesta del Ministerio de Educación Nacional de implementar una política pública de educación terciaria en Colombia. La mayoría han sugerido que se trata de una bofetada del Gobierno que pretende igualar a los profesionales con los técnicos y tecnólogos; otros han sostenido que se trata de una política injusta que pretende igualar las remuneraciones y, no han faltado, quienes han sostenido que esta es una salida engañosa del Ministerio para ahorrarse el esfuerzo de ampliar cupos en el sistema universitario. Claro, también se hicieron presentes los que han dicho que no permitirán que equiparen al SENA con la Javeriana. Tristemente, todo esto denota que nuestros profesionales y estudiantes universitarios, por la calentura de la indignación, no analizaron más allá del titular de la noticia. Por supuesto, la mayoría de las conclusiones son curiosas, odiosas y son expresión pura del clasismo dominante de la sociedad colombiana.

Empecemos por el contexto: la educación terciaria se entiende como los estudios que desarrolla un estudiante posterior a la conclusión de su formación básica secundaria y media. La mayoría de los países de la OCDE -los países con más elevados niveles de desarrollo económico-, suelen tener un sistema de educación superior basado en la formación técnica y profesional. En estos países el sistema educativo está muy relacionado con las necesidades en sus distintos niveles de la estructura de producción y suelen presentar mayores niveles de calidad y cobertura justamente por la capacidad que tiene el sistema de propiciar la movilidad interna y hacia los sectores económicos. Esto quiere decir que un estudiante puede cursar una carrera tecnológica y, si lo desea, puede acceder a la profesionalización a través de un protocolo de equivalencias y homologaciones que le permite que su ciclo profesional dure menos, dado que las universidades le reconocen su formación técnica. En otros casos, la persona puede profundizar sus conocimientos técnicos superiores a través de programas de posgrado para este tipo de títulos. Claro, el mercado laboral no va a pagarle lo mismo a un profesional que a un técnico. Piense en esto: una carrera tecnológica pretende dotar al estudiante de unos conocimientos específicos de tipo práctico, generalmente asociados a la transformación de insumos y la producción de bienes y servicios. En contraste, un profesional está en condiciones de adquirir conocimientos y herramientas metodológicas que le permiten crear nuevos conocimientos, tecnologías y métodos para la resolución de problemas. Por supuesto, el mercado reconoce esas competencias.

Ahora bien, el Ministerio de Educación propone que en Colombia la educación terciaria se conciba con dos componentes: los ciclos profesionales y los ciclos técnicos superiores. Este esfuerzo implica derribar una creencia arraigada según la cual los profesionales pertenecen a una especie de casta superior a la de los técnicos. En la actualidad, en Colombia ambas operan por separado y no existe ninguna opción para que un técnico profundice sus conocimientos o se profecionalice -esto ocurre en casos excepcionales, pero tenga claro que un técnico egresado de la Universidad Autónoma de Occidente no podrá en el sistema actual profesionalizarse en otra universidad del país ni tiene opciones de hacer un posgrado-; en ese sentido, lo que se busca es que un técnico superior tenga la posibilidad de moverse dentro del sistema educativo para mejorar sus competencias y ampliar sus habilidades, lo que le ofrece mayor movilidad social gracias a que puede aspirar a mejores salarios. En otras palabras: la propuesta es que si ese técnico quiere irse a Bogotá a la Universidad de los Andes, tendrá los mecanismos legales definidos para que sus estudios previos sean homologados y pueda iniciar su ciclo de profesionalización, por ejemplo. Es decir, en ninguna parte dice que el técnico con la firma del presidente y de la ministra de Educación tendrá un título equivalente y las mismas competencias y ventajas de un profesional: la propuesta supone es que el técnico podrá aspirar a mejores ingresos y posiciones en el mercado laboral si tiene mejores opciones para su formación. Personalmente, no veo por qué esto sea indignante.

En esencia, la propuesta es positiva, no obstante parece que tiene aún bastantes lagunas. Sin embargo el espíritu que la motiva es bueno: lograr que se entienda que la mano de obra cualificada debe tener aptitudes y habilidades diferenciadas. La esencia de la formación técnica está basada en el manejo de tecnologías que permitan transformar insumos en bienes y servicios, mientras los profesionales diseñan, crean y producen conocimientos que servirán para obtener patentes y correr la frontera del conocimiento, pero quiere abrirse la puerta para que un técnico pueda acceder a mayores oportunidades de educación. Esto es favorable porque empuja a muchos jóvenes técnicos a la posibilidades de adquirir nuevos conocimientos, que desde un concepto puramente económico permitirá aumentar la productividad del trabajo y, por consiguiente, los salarios.

Veo con preocupación que el análisis de la propuesta se ha quedado en un titular mal interpretado que ha llevado a conclusiones desastrosas. Si se revisa, la idea que sirve de base de la política pública propuesta por el MEN es sencillamente que Colombia permita que los distintos niveles de la educación superior se articulen y respondan más idóneamente a las necesidades del mercado laboral. Hoy día un técnico está condenado a un salario más bajo y carece de oportunidades de movilidad que brinde opciones de mejorar sus ingresos y su calidad de vida. Pero, por favor, no confunda las cosas: que esto esté contemplado no quiere decir que entonces los ingresos y la calidad de vida de los profesionales se verán afectados. 


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