El sofisma socialista




Probablemente el país, luego del plebiscito que votaremos para refrendar -o no- los acuerdos de paz con las FARC, quedará bastante dividido. A pesar de ser un entusiasta promotor del Sí, dudo que la proporción se aleje de un 55% a 60% para la opción ganadora: es cierto, a estas alturas puede ganar cualquier opción. Sin embargo, llama la atención la gran variedad de argumentos que de lado y lado se emplean para justificar el hecho de promover alguna de las dos alternativas. Muchas de ellas válidas, otras realmente insólitas y algunas definitivamente improbables. Pero sin duda que el argumento que más me ha llamado la atención es la de advertir que el voto positivo en el plebiscito marcará la entrada en Colombia del socialismo, del comunismo y de las dictaduras de izquierda de Cuba y Venezuela. Me inquieta este argumento por varios motivos: el primero, que obedece más a mis inquietudes intelectuales, y es que se cometen errores conceptuales muy serios cuando se manejan indistintamente al socialismo y al comunismo; el segundo motivo, es que no hay evidencia alguna que señale que este modelo va a ser implantado en Colombia y el tercero es que han convertido al socialismo y al comunismo en sinónimos de crimen. Pero realmente mi intención es demostrar con argumentos y evidencias que este argumento es un sofisma que deliberadamente se ha puesto sobre la mesa en el debate. 

Comencemos por dejar claro algo: si bien socialismo y comunismo tienen orígenes comunes, no son lo mismo aún cuando también comparten características. En esencia, tanto el socialismo como el comunismo establecen la propiedad pública de los factores de producción, no obstante con algunos matices y es que el modelo socialista no suprime totalmente la propiedad privada ni las clases sociales. En el modelo socialista, el Estado, como gran planificar central de la economía, redistribuye la riqueza en función del esfuerzo de los trabajadores mientras en el comunismo el Estado es una gran institución superior al que pertenece la clase social única y redistribuye la riqueza en función de las necesidades del pueblo. Insisto, comparten rasgos pero no son similares y en el debate del plebiscito en Colombia se están manejando sin distinción. Hecha esta breve y somera narración: ¿va Colombia hacia alguno de esos dos modelos? La respuesta es simplemente no. Y siendo más precisos, no hay evidencia que eso vaya a ocurrir.

Una de las condiciones propias del comunismo y del socialismo es que, como sostuvo Marx y lo impulsó Stalin en los años de su dominio en la antigua URSS, proviene de la revolución misma. Luego de la revolución y de la victoria obrera, la sociedad caminaría hacia la fase baja del comunismo, que es ese momento en que se socializan los factores de producción y que el producto llega a cada individuo en función de su esfuerzo. La fase alta del comunismo, donde se consolida el Estado unipartidista y la erradicación de las clases sociales, conferirá a cada cual en función de sus necesidades. Hechas estas consideraciones conceptuales, no ve uno señales que adviertan que el comunismo y el socialismo van a arribar de forma inminente. En el acuerdo de participación política, muy polémico por supuesto, se establece que a través de ajustes institucionales se permitirá que las FARC logren participar como movimiento político junto a colectivos minoritarios asentados en las zonas de mayor intensidad del conflicto armado. Esto en esencia parte del supuesto que habrá distintos partidos, movimientos políticos y grupos de interés que entrarán en el juego democrático, buscarán votos y llegarán eventualmente a las corporaciones públicas por las vías pacíficas. Advertiría una configuración de las condiciones políticas para una transición al socialismo o al comunismo si este acuerdo promoviese un gran y único partido o si cerrase espacios para los partidos existentes. De hecho, propone que el gobierno impulse una reforma del sistema electoral para facilitar el ingreso de partidos minoritarios. Lejos de pensar en un solo partido, el acuerdo está pensando en varios más en el sistema de partidos colombiano.

En materia económica el asunto también permite cuestionar con facilidad el argumento del No sobre el socialismo y el comunismo que ha hecho carrera en una opinión pública desprevenida. De los acuerdos a los que se llegó en la mesa de conversaciones de La Habana, solo uno hace referencia directa a la producción y es el primer acuerdo, el de desarrollo agrario integral. Este acuerdo, que es parte central de la lucha que libraron las FARC desde sus orígenes, establece varias programas, estrategias y políticas que liderará el Gobierno Nacional: el más importante es la creación de un Fondo Nacional de Tierras, que se conformará con lotes baldíos y tierras usurpadas que se entregarán debidamente escrituradas a campesinos sin tierras para producción agrícola. Bajo los términos del acuerdo, no se habla de expropiaciones y se respeta la propiedad legal de las tierras en Colombia. El acuerdo también señala algo que se ha advertido desde distintos escenarios, entre ellos el Consejo Privado de Competitividad: el país destina hoy 41 millones de hectáreas a la ganadería, cuando solo hay identificadas con ese potencial 10,2 millones, mientras para agricultura hay un uso de 4,2 millones de hectáreas y su potencial es de 10,4 millones. En ese orden de ideas, las FARC y el Gobierno acordaron hacer los esfuerzos necesarios para revertir esta situación. De nuevo, no aparece en el panorama algún elemento que haga pensar que se transferirá la propiedad de la tierra, particularmente, al Estado. Si se hace una lectura juiciosa esto es corroborable y queda desvirtuada la opción socialista o comunista.

Por último, ¿es el comunismo o el socialismo una filosofía que merece tanta descarga de odio? Por supuesto que no, son modelos que han demostrado sus dificultades para prevalecer en el tiempo y difícilmente pueden responder a los desafíos que exige una sociedad fundada en la libertad individual, sin embargo tanto el socialismo como el comunismo están sustentados en el trabajo, en el hecho que las personas deben ganar en función de su trabajo -no de su productividad, como en el capitalismo, lo que al final de cuentas es el mayor error del socialismo y comunismo- pero a su vez privilegia las necesidades de los individuos. En últimas, no hay razón para tanto odio ni para tanta prevención: el modelo colombiano exige ajustes, pero no parece que las FARC vayan a tener todo el margen de maniobra para cambiarlo. Y de hecho, paradójicamente, el rol de personas como Uribe, con gran arraigo popular, es prenda de garantía que no lo podrían lograr tampoco. Pero para efectos electorales, el sofisma socialista ha sido muy rentable para los hoy promotores del No.

Post- scriptum: conozco a promotores del No muy valiosos que seguro no necesitan acudir a sofismas para defender su postura. Ojalá no caigan en el juego de los argumentos que más ruido hacen y nos veamos en el campo de la batalla de las ideas. 


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