La renegociación como alternativa




Analicemos rápidamente el argumento de los promotores del No que sostiene que la mejor opción es rechazar el acuerdo final para forzar así una renegociación. Por supuesto, no es un argumento que pueda desecharse sin haberse procesado lo suficiente. El postulado es sencillo: decir No a un acuerdo que, según lo dicho por sus promotores, no ofrece castigos basados en prisión a los delitos de lesa humanidad, no garantiza reparación a las víctimas, otorga poder político excesivo y pone en riesgo la propiedad de la tierra en Colombia. A continuación, entonces, enuncio unas razones por las cuales la renegociación no solo es inviable sino improbable:

1. El Acuerdo Final tiene como objetivo terminar el conflicto. Su objetivo no es la justicia, ni la verdad, ni la reparación, sino que todos estos componentes son herramientas para la construcción de la paz. La negociación entre el Gobierno y las FARC tuvo como razón de ser el abandono de la lucha armada con fines políticos a través de ciertas condiciones que dieran entornos favorables para la reintegración y la supresión de las causas históricas que sirvieron de motivación política e ideológica para el surgimiento y mantenimiento de la organización armada ilegal y sus actividades. Visto desde esta óptica, el acuerdo al que se llegó el pasado 24 de agosto y los acuerdos parciales conseguidos desde 2013 han sentado condiciones favorables para que hoy Colombia, por primera vez en más de cinco décadas, esté en el punto más bajo de la intensidad de la confrontación entre el Estado y la mayor guerrilla de América Latina. Esto es verificable a través de las estadísticas que demuestran la reducción casi en su totalidad de los delitos asociados al conflicto armado interno con las FARC.

2. En materia de justicia, verdad, reparación y no repetición podemos empezar enunciando que la Corte Penal Internacional ha avalado el sistema de justicia transicional y reconoce el esfuerzo de las partes de impedir la impunidad. En este sentido, conviene detenerse en algo sencillo: las FARC han mantenido su actividad ilegal por más de 50 años y podrían hacerlo por otros treinta, finalmente mantienen estructuras lo suficientemente bien entrenadas para adaptarse a una guerra asimétrica basada en ataques pequeños y casi quirúrgicos. En el contexto de la guerra interna, se requiere de unas reglas especiales que hagan posible la desmovilización y reintegración. La fórmula de desterrarlos, extraditarlos o generar cualquier medida jurídica que implique su curso inmediato a la cárcel ha demostrado que falla. Replantear el sistema de justicia transicional para basarlo más en el castigo, como lo proponen los promotores del No, llevaría el esfuerzo de terminación del conflicto al fracaso. E insisto, el objetivo del Acuerdo Final no es impartir justicia sino desactivar de forma definitiva la confrontación. No obstante, de acuerdo a la CPI, la justicia está garantizada.

3. El acuerdo de tierras enuncia medidas jurídicas ya existentes en la legislación colombiana, no introduce ninguna figura extraordinaria y simplemente menciona ciertos postulados claves para garantizar la reforma integral del campo: identificar la propiedad de la tierra, distribuir tierras baldías o mal habidas entre campesinos desposeídos y profundizar en el uso del suelo para cultivos y menos para ganadería, que ya varios estudios demuestran es una necesidad. La propiedad privada se mantiene y, como bien sabemos, esta no es concebible en un contexto socialista o comunista. Esto desvirtúa notablemente el argumento según el cual vamos a ser en unos años como Cuba o Venezuela. Aquí lo cierto es que con ese acuerdo o sin ese acuerdo, la reforma del sector agrario deberá hacerse. Decir No simplemente no evitará que esto ocurra.

4. Sí, el Acuerdo es cierto que da elegibilidad. Sin embargo considere que entrega a las FARC menos del 10% del Congreso por ocho años y que no existe evidencia que permita creer que las circunscripciones especiales tendrán influencia de este grupo. De hecho, el panorama con el No se hace más complejo: como las partes no van a renegociar lo conseguido, entonces van a buscar que estos acuerdos se incorporen a la Constitución por otras vías. Una asamblea constituyente podría ser el camino más expedito y seguro y ahí las FARC van a pedir participación. En mi concepto, resulta mucho mejor tener a las FARC en el Congreso y no en la Asamblea Constituyente formulando una nueva Constitución junto a los demás partidos políticos. 

5. La renegociación, de llevarse a cabo, no garantiza que los resultados sean positivos ni que lleguemos a un acuerdo. Es más, podría extender las conversaciones de forma indefinida, enviando un mensaje de incertidumbre política, social y económica a la comunidad internacional y minando la capacidad de gestión de este gobierno y del próximo. El Sí permite que los apoyos internacionales se materialicen y despeja la agenda de este presidente y de su sucesor: las FARC no serán más una prioridad en la agenda, de hecho con el Acuerdo dejan de ser los enemigos y pasan a ser parte del establecimiento. Así se cumplirá la regla que dice que la mejor forma de derrotar a un enemigo es haciéndolo nuestro amigo.

Considere estas cinco razones y luego vote con suficiente criterio: en sus manos se juega más que la bandera de un presidente al que le queda una cuarta parte de su gobierno

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