Perspectiva para el Valle del Cauca



Es un año electoral y siempre es una buena excusa para pensar en qué tanto hemos avanzado y qué tanto nos falta. El primer paso para construir una perspectiva lo más apegada a la realidad es dejar de lado los apasionamientos y el sesgo político. En este caso, con una región en el fragor de una campaña electoral que toma fuerza, es importante señalar que el Valle del Cauca es un departamento con una gran perspectiva y que eso marca un contexto que determina bastante lo que se hace hecho, lo que se hace y lo que se debe hacer en los próximos años.

El Valle es una de las tres regiones que mayor riqueza genera en Colombia, luego de Bogotá y Antioquia, con una diferencia sustancial: tiene la oferta productiva más diversificada del país y este fenómeno se ha venido acentuando en la medida en que la región se perfila como un epicentro de servicios. De esa región con vocación agrícola e industrial, hoy pasamos a ser una región con una fuerte influencia de servicios (BPO, por ejemplo) y la construcción, que incluso fue el seguro para que el departamento sintiera mucho menos la crisis internacional que golpeó principalmente a los commodities. Al analizar la composición del empleo creado en los últimos años en el Valle, se encuentra que mientras la cifra se redujo de forma importante en el sector agrícola (-17.2% de variación), los sectores de la industria manufacturera, construcción y transporte tuvieron variaciones positivas, lo que nos permite intuir cómo se ha venido moviendo la economía regional. Y en esto hay que decirlo, uno de los mayores logros del Valle del Cauca ha sido la reducción del desempleo, particularmente en Cali, que en 2013 tenía una tasa mucho mayor que la media nacional (14,8% vs. 9,3%), mientras en 2018 la brecha se redujo, quedando la relación 12,1% vs. 9,8%. 

Por supuesto, el reto de seguir generando empleos se mantiene y es uno de las prioridades de la región en los próximos años, sin embargo es apreciable que en el Valle se tenga la segunda tasa de desempleo en población con educación superior (8.9%) y que en el último año haya sido aquí en donde más se redujo el desempleo (-1,7 pps), mientras ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla experimentaron aumentos. En ese sentido, el Valle del Cauca puede seguir avanzando mucho más si concentra sus esfuerzos en tres aspectos relevantes:

El primero, es una estrategia de promoción de inversión privada y de mayor generación de rentas por cuenta del turismo, lo cual inevitablemente transita por la necesidad de atraer más visitantes. Existe un potencial enorme en el sector servicios, en la construcción, en el turismo y en la industria que puede ser fuente importante de capitales foráneos que se asienten en una región que tiene ventajas competitivas con respecto a otras regiones (Puerto, vías, aeropuerto internacional y uno potencialmente de alcance nacional como lo es Santa Ana de Cartago), además de grandes oportunidades en el turismo cultural, ecoturismo, turismo religioso y turismo gastronómico. 

El segundo aspecto es cerrar la brecha entre habilidades demandadas y ofrecidas en el mercado laboral. No se trata solamente de ampliar la población cualificada en universidades, sino en generar habilidades blandas y duras que demanda el sector empresarial (bilingüismo y matemáticas, por citar algunas) y que se pueden potenciar vía calidad educativa en todos los niveles (primaria, secundaria y terciaria). En ese sentido, es muy importante que la estrategia apunte a diagnosticar muy bien lo que necesita el mercado, lo que necesitamos para potenciar el desarrollo local y lo que ofrece hoy el departamento. Eso incluye calibrar la oferta educativa en el nivel terciario para que responda aún más a la vocación y necesidad locales.

El tercer aspecto es generar las condiciones institucionales: esto pasa por ser capaces de gestionar de forma mucho más eficiente a la administración pública, planear y ejecutar los planes, programas y proyectos públicos que exige la región y asegurarse que la oferta de bienes públicos sea amplia. Por aquí pasa el tema de la seguridad y la convivencia, la reducción y simplificación de trámites y la construcción y modernización de las infraestructuras necesarias. Allí es importante tener un acuerdo con el Gobierno Nacional para sacar adelante la vía Mulaló- Loboguerrero, terminar la vía Buga- Buenaventura, actualizar al Ferrocarril del Pacífico, diseñar y ejecutar el plan maestro de acueducto de Buenaventura y sacar adelante a la red vial secundaria y terciaria del departamento. No hay que olvidar que son 103 iniciativas las que se consignaron en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, pero que no todas cuentan con financiamiento ni estructuración. Son proyectos de vieja data que demanda la región para potenciar sus ventajas competitivas y ese debe ser un compromiso de la próxima dirigencia regional y local.

El Valle tiene una perspectiva muy positiva aunque enfrenta aún unos retos: seguir reduciendo la pobreza, mejorar la calidad de la educación, hacer más eficiente y efectiva a la administración pública y restaurar el orden, la autoridad y la convivencia en la zona rural de Jamundí, el Alto Naya y en los cascos urbanos, que aún padecen los duros efectos de economías ilegales con fuerte incidencia en el departamento. Si nos ponemos de acuerdo en esto, la región avanzará mucho más.




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